Más que palabras con… Santiago Ruíz

«Somos hijos e hijas de la Tierra y nuestra conciencia alberga un Universo de misterios inexplorados»

Albacete - Entrevistas 13/09/2022 Ada García

Una nota curricular es una ocasión preciosa, habida cuenta de que es una ventana
para asomarse a la vida de alguien. No obstante, es también un desafío imposible,
pues ¿cómo dar una idea real de la vida de una persona a través de la enumeración
de sus estudios, dedicaciones y logros profesionales? He redactado tantas notas
curriculares en mi vida, que hoy la que me importa es la de fondo, la descarnada, la
que no se redacta para impresionar a alguien, sino para desnudarse buscando
prender un destello de alma humana.
En la imagen, Santiago Ruíz en su etapa como Consultor Internacional en el Comportamiento Humano, en Atenas.

Santiago Ruiz Campos es, según he leído por ahí, un chamán en el siglo XXI. A todo esto, ¿qué es un chamán? os preguntaréis algunos. ¿Qué hacen? ¿Qué razón tienen de ser hoy en nuestro día a día del nuevo milenio? Santiago Ruíz nos responde a estas muy interesantes cuestiones, y algunas más en Más que palabras.
AD. Según el escritor Javier Arries, «Chamanismo es un conjunto de técnicas que permiten, a las personas que las dominan, o que saben como ejecutarlas, exteriorizar su conciencia fuera de su cuerpo.» Por su parte Chamalú nos dice que «Chamanismo es convertir la vida en una ceremonia, la naturaleza en un altar, y el amor en una religión.»
P. Santiago la pregunta es obligada, perdón, ¿eres o no un chamán?
R. ¡Jajaja! Es una cuestión que nunca sé bien cómo contestar. La palabra «chamán», que proviene de las montañas de Altai en Siberia, designa a los hombres y mujeres de conocimiento según la vía ancestral del lugar. Al igual que las palabras Yoga, meditación o espiritualidad, ha experimentado una simplificación –muy habitual en nuestro paradigma cultural- que reduce enormemente su significado y pasa a ser, en lugar de un contenedor de múltiples acepciones o una ventana a una realidad que no cabe en una palabra, un mero título asociado a una foto. Esa foto, cuando hoy dices Chamán en nuestro contexto social, ha sido pergeñada en el imaginario colectivo –con el impulso de las últimas corrientes dominantes en
medios de comunicación e instancias oficiales- como cosa estrafalaria new age, como tipo con plumas en la cabeza bailando en la selva, superchería, creencia irracional, vudú, pseudo-lo-que-sea… Por eso no la uso para mí: ni soy de Siberia, ni mi aprendizaje y linajes son de allí, ni tengo nada que ver con la foto que acabo de abocetar

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(por más que haya danzado en la selva, pero sin plumas en la cabeza… Y no existe titulación, carrera o colegio alguno que pueda integrar semántica y culturalmente el chamanismo en el paradigma occidental con lealtad y respeto a lo que realmente es, u otorgarle una credencial reconocida por nuestro sistema académico, cognitivo o profesional. Pues no es una profesión –aunque pueda suponer prestar servicios remunerados-, ni una carrera –aunque se estudie y mucho-, ni una filosofía –aunque contenga un ciclópeo cuerpo de pensamiento y práctica enfocados en el amor a la sabiduría-, ni
nada que se pueda ajustar a la secular compartimentación del pensamiento
occidental. Pero para entendernos en nuestro contexto cultural, Chamán es una palabra que yo adjudicaría a Sócrates, Pitágoras, Diógenes, Giordano Bruno, Gandhi e incluso Isaac Newton, que es justo uno de los que significativamente son usados para ratificar la separación entre magia y ciencia históricamente, aunque tengamos pruebas de que para él no era tan así….

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Desde lo que yo llamo chamanismo –prefiero llamarlo Camino de Conocimiento,
pues aunque sigue siendo una denominación limitada, al menos no está tan
contaminada de connotaciones de todo tipo-, las palabras son importantísimas,
máxime cuando van destinadas a uno mismo. Visto desde dentro, manejamos
varias “palabras-contenedor” de significados poliédricos y complejos, que van indicando el estado de evolución de una persona que se adentra en este camino. En mi caso, me gusta considerarme aspirante a Hombre de Conocimiento un Hombre Medicina, que son las denominaciones –insisto, muy complejas y llenas de matices- que mis maestros y maestras me han enseñado, pues son las que mejor reflejan la realidad. Pero si me presentan como chamán, comprendo lo que se quiere dar a entender y a veces no lo discuto, es demasiado prolijo…
P. Hay una figura bastante controvertida en el mundo del chamanismo, como es Carlos Castaneda. ¿Para ti quién es Carlos Castaneda?
R. ¡Wow, esa es toda una pregunta! Podría responder con un libro entero… Trataré de hacerlo sucintamente… El legado de Castaneda llegó de un modo mágico a mi vida, hace muchos años ya y marcó un punto de inflexión fundamental en el camino que hoy recorro. Soy desde el principio plenamente consciente de la controversia que su figura y obra han suscitado y aún provocan, pero a mí me llegó en forma de conocimiento práctico, de un manual veraz de instrucciones –como me gusta llamarlo- que yo estaba pidiendo, algo que existe en todas las tradiciones de un modo más o menos explícito y que –una vez puesto en práctica- produce los efectos que anticipa. Y por eso le estoy enormemente agradecido.

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La corroboración es un elemento fundamental en el Camino de Conocimiento y no estamos hablando de creencias, congregaciones o dogmas, ni de seguir a ningún Gurú o Maestro, sino de poner en práctica, comprobar lo que sucede y validarlo con otras experiencias propias y ajenas. Así, mi vivencia con la Tensegridad fue mi bautismo en esto del “chamanismo” y durante años, aprendí y puse en práctica lo que tienen que enseñar los discípulos directos de Castaneda. Y su efecto es tan abrumador como difícil de entender si no se experimenta y conoce en profundidad. Castaneda –puesto en sus propios términos- generó un movimiento en el punto de encaje de la mente colectiva occidental, que no es poco. Su legado es un acontecimiento fundamental en la evolución reciente de nuestro paradigma cultural que abrió mentes, rompió esquemas y generó un misterio que inspiró y sigue inspirando a generaciones de buscadores. Si era chamán o farsante, si se lo inventó todo o lo rescató de la segunda atención, poco importa frente a este hecho. Lo importante es si lo que decía, se puede comprobar y es cierto en términos esenciales. En mi experiencia, lo es, hasta donde he llegado a corroborar. Personalmente, no soy nada mitómano y trato de no confundir al mensajero con el mensaje, al igual que –en plena sintonía con lo que me han enseñado y he vivido- pongo a funcionar mi propio y personal discernimiento, sin perder nunca de vista la totalidad de la foto: me consta la controversia sobre el personaje, como me consta que un “chamán” es un ser humano, sujeto por tanto a error, debilidad, vulnerabilidad y a ser malinterpretado, como yo, como todos y todas. Y que no por ello el conocimiento que transmite ha de dejar de ser válido.

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Es tarea mía comprobar si lo es y cómo, no tengo que creer en nada ni en nadie. O lo descubro por mí mismo, o siempre permaneceré fuera, enjuiciando desde el palco. Cierto es que con los años y al entrar en contacto vivencial y emprender prácticas y estudios también con otros linajes Toltecas, con el Camino Rojo (Lakota y otross) con el trabajo que se realiza en la selva amazónica (plantas de poder) y el altiplano andino, con el místico y matemático conocimiento ancestral Maya, el Dzogchen tibetano, el Hermetismo, el Pitagorismo, el Gnosticismo… entendí muchas esencias de lo que se plantea en la Tensegridad, las corroboré, ajusté en su caso y amplié grandemente su comprensión y alcance. Cualquier vía es correcta y ninguna lo es, dependiendo de cómo se transita, adónde nos lleva y sobre todo, si uno es impecable a la hora de entenderla, aplicarla y recorrerla. El Camino de Conocimiento es un camino de responsabilidad personal y al final, el camino es siempre uno mismo.También sucede que al usar nuestro libre albedrío, podemos darnos cuenta de que no es tan libre, por estar sujeto a férreos sistemas de creencia, lo cual es en muchas ocasiones un obstáculo insalvable para quien realmente quiera conocer y no juzgar o evaluar. En mi caso personal, me desvinculé hace años del colectivo congregado en torno a la práctica de la Tensegridad de Carlos Castaneda por razones personales, que muy bien pueden resumirse en aquella deliciosa sentencia de Groucho Marx, que aseguraba que nunca pertenecería a un club que le admitiera como miembro, lo cual me aplico al cien por cien. En todo caso, sigo practicando lo aprendido en el contexto Tolteca –ya desbordando el propio ámbito de la Tensegridad- junto a todo lo demás. Sigo porque sigue funcionando y cada vez es más profundo y apasionante, siempre nuevo. Por ello, mantengo un profundo agradecimiento por todo lo que me ha traído ya desbordando el propio ámbito de la Tensegridad- junto a todo lo demás. Sigo porque sigue funcionando y cada vez es más profundo y apasionante, siempre nuevo. Por ello,

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mantengo un profundo agradecimiento por todo lo que me ha traído al ser y por los increíbles y reales hechos que han aportado y aportan su práctica y estudio a mi camino. Castaneda tuvo su propia historia, yo estoy en la mía y te aseguro que es asombrosa.
P. ¿Cómo llegar a ese estado alterado de conciencia chamánico?
R. Eso que así llamas, es en realidad un fenómeno natural en la conciencia humana. Se llega de incontables modos: por ejemplo- en mi caso- esto viene sucediendo desde que era muy niño. Lo que se hace en el contexto chamánico es favorecer ese paso natural a otro estado de conciencia que yo no llamo alterado, sin acrecentado, ya que no es una alteración propiamente lo que sucede; es más bien como si te quitaran las anteojeras. Sabemos desde antiguo que determinadas prácticas encauzan este paso voluntario entre estados de conciencia, prácticas que suelen estar asociadas a alcanzar el estado que denominamos “trance”. Un trance lo experimentas –por ejemplo- cuando llevas 200 km conduciendo y hay un momento en el que en tu conciencia se produce un sutil cambio, en el cual no dejas de estar consciente por mucho que no puedas –a posteriori- decir con exactitud dónde realmente estaba tu atención, a pesar de que sabes que estaba enla carretera, en el coche, en tus pensamientos, el paisaje… de igual modo,

reconocemos la calle donde vivimos inequívocamente, pero si nos piden que la describamos o dibujemos, casi nadie acertaría a elegir ni el color exacto del edificio dos números más allá del suyo. La conciencia humana es el terreno por excelencia de experimentación y estudio del chamanismo y por ello, se han desarrollado muchos modos –en función de culturas- de acceder al trance y tornarlo consciente. En Occidente se suele asociar trance –simplistamente- con “drogas”. Para empezar, las drogas no existen en el chamanismo; existen plantas de poder que –en algunos casos- incluso se emplean para ayudar a personas a superar adicciones a drogas. Son medicinas, por más que ahora en nuestro contexto esté prohibido decir esto si no ha sido avalado por una Facultad y vendido por una farmacéutica. Pero las plantas de poder son un recurso más y no necesariamente el más valorado por los chamanes. Las danzas, cantos, meditaciones, peregrinajes, privaciones y ayunos, etc… (desde la danza Sufí de los derviches a las recitaciones tibetanas, el Camino de Santiago, la dieta Ayurvédica o los inipis Lakota, en todo el mundo existen), todo está relacionado con acceder al estado acrecentado de conciencia, desde el cual podemos tornarnos conscientes para operar, obtener conocimiento y/o sanación, conceptos ambos que están íntimamente ligados desde esta perspectiva. Y es importante –a mi juicio- recordar siempre que lo que hacemos no es generar un estado de conciencia nuevo, sino aprender a transitar conscientemente entre los que existen ya de antemano, con un propósito virtuoso.
P. Cuales son las respuestas a las tres preguntas con las que abríamos esta
entrevista, Santiago.
R. Un chamán (hombre o mujer) es una persona de conocimiento que tiene una experiencia directa de la muerte como límite entre los mundos y puede de algún modo transitar entre ellos y extraer un beneficio –o perjuicio- de ello. A partir de ahí, esa persona puede decidir recorrer el camino de la verdadera magia, que podría definir, así a vuelapluma, como el arte de generar realidad propia teniendo en cuenta lo visible y lo invisible.
¿Qué hacen? Viven desde el servicio a la comunidad, en relación a sus talentos y capacidades, formación y principios y al entorno que les rodea, pero con las miras puestas en el salto al otro lado, al infinito, para lo que se preparan durante toda su vida. Su ámbito de acción es ilimitado, ya que no se contemplan divisiones entre disciplinas, sino la capacitación propia medida por la impecabilidad, honestidad e integridad que rigen la vida del chamán, o ese es el objetivo. En cuanto a su razón de ser en el siglo XXI, es la misma que en el XVI, el V antes de la era común o cualquier otro: la existencia de lo que llamamos chamanes dimana de la propia naturaleza humana y esta no ha cambiado en los últimos milenios, al menos en los aspectos esenciales, que son los que otorgan razón de ser a las personas de Conocimiento.
P. Según Javier Arries, con el cual compartiste un programa en Tiempo de Hadas sobre el tema que el chamán es puesto a prueba continuamente.

R. Fue un placer aquel programa y compartir contigo, Javier y los otros
contertulios, pocas veces me he encontrado con personas tan formadas en este
ámbito y tan respetuosas, aunque no lo practiquen o compartan. Claro, al chamán
le pasa como al actor o actriz, o al médico, o a la jueza, o al periodista: siempre es
puesto a prueba porque así ha de ser.
Estamos acostumbrados a pensar que a un médico –por ejemplo- cuando le dan el título, le invisten de una autoridad y conocimiento que quedan ya otorgados, como si hubieran llegado al final del recorrido… esto es un error garrafal desde mi perspectiva, ya que uno ha de estar en evolución constante y aún así, ello no garantiza que se acceda correctamente al conocimiento, que es el paso previo para adquirir sabiduría. Conocimiento no equivale a acumulación de datos, ojo. Las pruebas nos mantienen atentos y nos obligan a cultivarnos y refinarnos, a adaptarnos al siempre cambiante río de la vida; en realidad, para mí el estar a prueba es inherente a esto que llamamos la existencia humana, a todo individuo nos sucede todo el tiempo. En el caso del Camino del Conocimiento, ello adquiere una dimensión muy profunda, ya que uno de los hechos innegables y fundamentales -al que tal vez podamos acordar que se puede llamar Verdad, así con mayúscula- es que somos seres que vamos a morir y no sabemos cuándo. A partir de ahí, esta Verdad -al ser asumida y aceptada en su totalidad- nos coloca frente a una prueba continua, pues la impecabilidad que se requiere para afrontar el que considero el hecho más importante de una vida –su fin-, está siempre en fase de entrenamiento, de prueba.
P:,¿Cómo era de peque el niño Santiago Ruíz?
R. ¡Jajajaja! Me encanta esta pregunta… era tragón, soñador, vago, sensible, llorón, y gigantesco para mi edad (sigo siéndolo), muy listo, artista, acomplejado, obediente, asustadizo… sufrí eso que llaman ahora bullying –y que yo sigo llamando maltrato- de modo reiterado y durante muchos años, pero ello no consiguió ni apagar mi alegría, ni aplacar mis ganas de vivir, ni moldearme en modo alguno que yo no haya decidido conservar conscientemente una vez adulto. Ni siquiera guardo rencores, ni deseos de venganzas o reconocimientos postergados. Quizá porque también conocí sobradamente el amor y la felicidad completos, lo cual dejó una huella indeleble en mi corazón que esta sí, he mantenido y alimentado. Y, sin
ninguna duda, el chamanismo me ha ayudado indeciblemente a vivir una vida plena y saludable a pesar de ello, o gracias a ello. Era un niño raro (lo sigo siendo). Por ejemplo, trataba de explicarles a otros niños (o mayores, si se dejaban) cómo puede uno pasar consciente a través de la muerte, o proponía jugar a entender el concepto de la divinidad, o del infinito y la eternidad. Y a hacer magia, era lo que más me gustaba. Eso tampoco ha cambiado… Era lo que llamamos un niño bueno; más tarde me agranujé y acanallé, pero eso vino después… Y luego estaban las continuas visitas a esos estados acrecentados de conciencia, ya fuera en la vigilia o en sueños, en los que a veces veía cosas que luego sucedían (en ocasiones tras años o décadas) y una configuración de lo quesufrí eso que llaman ahora bullying –y que yo sigo llamando maltrato- de modo reiterado y durante muchos años, pero ello no consiguió ni apagar mi alegría, ni aplacar mis ganas de vivir, ni moldearme en modo alguno que yo no haya decidido conservar conscientemente una vez adulto. Ni siquiera guardo rencores, ni deseos de venganzas o reconocimientos postergados. Quizá porque también conocí sobradamente el amor y la felicidad completos, lo cual dejó una huella indeleble en mi corazón que esta sí, he mantenido y alimentado. Y, sin
ninguna duda, el chamanismo me ha ayudado indeciblemente a vivir una vida plena y saludable a pesar de ello, o gracias a ello. Era un niño raro (lo sigo siendo). Por ejemplo, trataba de explicarles a otros niños (o mayores, si se dejaban) cómo puede uno pasar consciente a través de la muerte, o proponía jugar a entender el concepto de la divinidad, o del infinito y la eternidad. Y a hacer magia, era lo que más me gustaba. Eso tampoco ha cambiado… Era lo que llamamos un niño bueno; más tarde me agranujé y acanallé, pero eso vino después… Y luego estaban las continuas visitas a esos estados acrecentados de conciencia, ya fuera en la vigilia o en sueños, en los que a veces veía cosas que luego sucedían (en ocasiones tras años o décadas) y una configuración de lo que incluye buscar sanación cuando algo ha desbordado la capacidad de autogestión. Y se tienen en cuenta todos los factores que contribuyen al estado de salud: ajenos y propios, externos e internos, mentales, cognitivos, emocionales, fisiológicos, biológicos, medioambientales, dietéticos, de personalidad, espirituales, ideológicos, sociales, económicos… La salud es también –pues- un asunto poliédrico, que en el chamanismo se aborda
con la perspectiva de la interconexión entre todos los aspectos y sus
interrelaciones. Obviamente, para el chamanismo no todos los problemas de salud son resolubles y en el que yo conozco y practico, no existe diferenciación ideológica o metodológica entre un paracetamol y un masaje, una danza ceremonial, cirugía u homeopatía. La salud es un bien primerísimo y ha de cuidarse de un modo u otro, con lo que mejor haga efecto y cure. Y también aceptando cualquiera que sea la consecuencia, si esta no es la deseada curación. En el chamanismo que yo vivo, se parte de un estado de equilibrio saludable y vital; de conocerlo a fondo, fortalecerlo y vigorizarlo consciente y volitivamente. A partir del conocimiento de cómo funciona el sistema completo en salud, se abordan los desequilibrios. Y se trae atención también y de forma combinada, al aspecto espiritual en la salud, el único que no es tratado en nuestro
moderno y estupendo sistema de medicina occidental. Todo ello se aplica a la salud
de la persona, de la familia, del clan, de la sociedad, del ecosistema…
El chamanismo emplea la visión holística y global al tratar la salud como un
fenómeno multidimensional y sobre el que gravita siempre el miedo que expresa tan bellamente la historia del Buda Sakyamuni, cuando descubre la vejez, la enfermedad y la muerte. El budismo, por ejemplo, es absolutamente chamánico en su esencia, como el Yoga y todas las vías ancestrales, y todas se mueven también en un ámbito terapéutico, pues la salud es asunto esencial en nuestras vidas, ¿no? Ningún asunto esencial se ignora en el Camino del Conocimiento.
P. Somos más de 5000 millones de seres humanos en el mundo. ¿Crees que nos hemos convertido en una plaga? ¿Qué esto ya no hay quién lo sostenga?
R. Bueno, creo que somos muchos más… pero, ¿quién sabe? Desde mi perspectiva, de ninguna manera somos una plaga o –si lo somos- cumplimos una función natural. Para mí, estamos en fase de aprendizaje como especie, como conciencia colectiva, y como supra-organismo nos estamos dando de bruces con una dolencia, que se manifiesta en todas las enfermedades, problemas medioambientales, socioeconómicos y demás males que nos están aquejando en estos tiempos, cuando se supone que tenemos el mayor desarrollo en medicina, higiene, calidad
de vida, ciencia, tecnología, pensamiento, etc… de la historia.
Yo lo veo como si la Humanidad estuviera pasando un sarampión o similar.
Una enfermedad que te puede postrar en la cama, inutilizarte parcialmente y que se cobra bajas en el en el organismo, pero necesaria para el estirón que daremos después, un estirón de conciencia. Eso no quita que seamos un desastre como sociedad en muchos aspectos que debemos arreglar de inmediato, no porque estemos en peligro, sino porque es lo
correcto hacerlo. Es lo correcto porque es lo que favorece la vida, la salud y el bienestar que todos y todas deseamos. Pero no puedo creer que la inmensidad de la Tierra pueda ser amenazada por nosotros; si acaso, nos amenazamos a nosotros mismos y eso es lo que considero urgente corregir.
Tenemos todos los ejemplos que queramos para comprobar cómo la naturaleza –la Vida- tiene un poder de regeneración imparable, con o sin nosotros en la peli. Y tampoco creo que estemos tan zumbados los seres humanos como para autodestruirnos. Sí para ensuciar, desgarrar, romper, explotar, matarnos o herirnos entre nosotros y a lo que se ponga por delante, abusar, manipular… pero somos hijos e hijas de la Tierra y nuestra conciencia alberga un Universo de misterios inexplorados. Esta certeza también se está poniendo en su lugar a escala de la especie, ello es parte del sarampión, así lo veo. No contemplo en ello moralidad alguna, sino que percibo una ética natural mayor que nuestras consideraciones como especie –tal vez muy a lo Schopenhauer- la cual, cuando la comprendes y la pones sobre tus ojos, aporta serenidad, equilibrio, armonía, belleza, felicidad y sublimidad. Esto también lo tenemos como humanos, hay que superar el sarampión.
P. Santiago, hablemos sobre la vida y la muerte. ¿Qué significado tiene vivir y morir para ti?
R. Me gustan las preguntas que haces, gracias. Para mí son las dos caras de lo mismo, como el Yin y el Yang que –enlazados- forman una tercera cosa (1+1=3) y se necesitan para ello. Una vez le pregunté a una de mis Maestras, al acabar una práctica ceremonial: ¿que es un chamán? Ella me miró con aquellos ojos que parecían no tener fondo y me respondió: una persona de conocimiento que de algún modo ha atravesado la frontera de la muerte y sigue aquí. La relación con la muerte y lo que hay detrás del velo es lo que define a un chamán, me hizo saber. Eso es lo que llevaban a cabo –por ejemplo- los Pitagóricos en sus prácticas de incubación: asomarse al Hades, que no era para ellos el infierno como lo conocemos nosotros, sino que se parece más –como concepto y a mi entender- a lo que en el Camino Rojo los nativos norteamericanos llaman el DreamTime o en el Toltecayotl, el Nagual. Obviamente, la asunción de que existe “algo” al otro lado (“algo” que puede permitirnos conservar la consciencia de ser, ajeno a premios o castigos, tan natural como este mundo) ha sido extirpada de nuestra cultura, que no de nuestra experiencia como seres conscientes. Yo he realizado ese tránsito de algunos modos, por eso digo lo que digo. No necesariamente hay que estar muerto en el quirófano, ver la luz y todo eso para esto que afirmo. Desde antiguo existen modos –como apuntaba- de asomarse al otro lado y a veces –como en mi caso- te arrollan sin que tú lo pidas. Para mí, la muerte es la prueba definitiva, como decía antes, para todo ser consciente. Una prueba donde nos damos el aprobado o no, por expresarlo de un modo cotidiano, del mismo modo que al irnos de una fiesta, nos damos  cuenta de que, lo hayamos pasado bien o no, nos tenemos que ir. Si hemos bailado o no, bebido o no, conversado o no, si le hemos entrado a quien nos gustaba o hemos recorrido la casa y conocido a todos los invitados que hemos podido… No hay fórmulas para que, al llegar ese momento, nos sintamos agradecidos y con ese cansancio agradable que invita a regresar a casa -mientras la fiesta sigue- y cura el apego a lo que se acaba de experimentar. Cada cual lo vive como puede o quiere, es responsabilidad propia ese balance final y por ello, es responsabilidad propia cómo se vive, habida cuenta de que no sabemos cuánto tiempo tenemos, ni cuáles serán las circunstancias, avatares y peripecias que nos sobrevengan. La vida para mí es una apasionante, desafiante y muy pedagógica experiencia de la consciencia de ser. Exige estar muy despierto para extraer todo su potencial y ofrece sorpresas sin fin. Y la muerte es su culminación, la graduación final. Tal vez sea porque vivo con la plena conciencia de la existencia de ese Hades, DreamTime o Nagual, de ese más allá atestiguado por autores como Kübler-Ross en nuestro contexto cultural. Es otro asunto del que no sólo escribiría un libro, sino que lo tengo empezado bajo el título de “El Final Feliz”. No tengo miedo ni de mi muerte,  ni de la de mis seres amados (y ya he perdido a algunos), sino que guardo una
encendida y paciente expectación –no exenta de respeto y humildad y sí de prisa
alguna- por volver a experimentarla.
Ello nutre, espolea y convive con mi amor por todo, mi alegría, mi salud y mi
vitalidad. La vida y la muerte, como un todo indisoluble, son lo único de que
disponemos ahora y por ello, las cuido a ambas. Pero para mí la vida no es algo mío (mi vida), sino un hecho maravillosamente misterioso, sorprendente y feliz que comparto, como inmerso en un océano incomprensible del que formo parte. Cuando me vaya, sé que saltaré a otro plano distinto y separado de éste, pero igualmente natural… Lo voy a dejar aquí, que acabo siendo extenso y prolijo en demasía…
P. ¿Un libro sin el cual no serías quien eres?
R. El Libro de Familia de mis padres, donde estoy registrado junto a mis hermanas y hermanos. Y luego están Sartre, Camus, Nietzsche, Tolkien, Ayn Rand, Franz Herbert, Lovecraft, Castaneda, K. Leguin, Borges, Campbell, Yourcenar, Hesse, Kafka, Huxley, Balzac, Tolstoi, Eurípides, Harari, Poe, Lorca, Calderón, Beckett, Scott Card, Mishima, Lao Tze, Cortázar, C.W. Ceram, el Bardo Thodol, el Pistis Sophia, el Marqués de Sade… lo siento, no puedo elegir… y mira que me has preguntado libros y casi todo lo que he volcado han sido autores…

«Nunca la sabiduría dice una cosa y la naturaleza otra.» Con esta cita de Juvenal me despido de ti. Será un hasta luego, por qué deseo, y espero, que seas compañero en nuestros próximos programas de Tiempo de Hadas. Gracias Santiago Ruíz. Y gracias a Arturo Almeida que nos presentó. ¡Un saludo desde aquí! Será un placer volver a compartir con vosotros. Un abrazo y gracias.

Ada García escritora y colaboradora habitual de albacetealdia.es

 

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