Antonio Hernando colocado por Felipe González en La Moncloa

Política - Análisis19/10/2021 Javier Lezaola

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619950244_211870389_1024x576Felipe González –al menos hasta ahora, uno de los principales azotes del Gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos– se pasó este fin de semana por el 40º congreso federal de su partido para reivindicar abiertamente el régimen del 78 y de paso pedirle a Pedro Sánchez que “estimule la libertad para expresarse” de los sectores críticos del partido. Curiosamente, Sánchez ha anunciado este lunes que el Consejo de Ministros de este martes nombrará como director adjunto del Gabinete de la Presidencia del Gobierno –es decir como ‘número dos’ de Óscar López, que el pasado mes de julio sustituyó a Iván Redondo como director de Gabinete de Sánchez– a Antonio Hernando, quien fuera uno de sus colaboradores más estrechos en el PSOE y en el grupo parlamentario hasta que lo traicionó al sumarse al golpe de mano que en octubre de 2016 desalojó a Sánchez de la Secretaría General del partido.

Hay quien pone en relación el fichaje de Hernando –diputado del PSOE en el Congreso desde 2004 hasta 2019– con aquello de “ten cerca a tus amigos pero aún más cerca a tus enemigos”, aunque al menos hasta este lunes Hernando, más que un enemigo a la altura de Sánchez, era un cadáver político estigmatizado por la marca del traidor.

Aquel golpe de mano contra Sánchez se produjo porque, tras las generales de 2016, este se negaba a abstenerse y a que el resto de los diputados del PSOE se abstuvieran para facilitar la investidura de Mariano Rajoy (PP) como presidente del Gobierno. Sánchez insistió en su “no es no”, y el régimen del 78 se lo quitó de encima con la ayuda de algunos de sus colaboradores, entre ellos el propio Hernando, que por supuesto acabó facilitando en el Congreso la investidura de Rajoy. Entre otras cosas por eso la vuelta de Hernando al entorno de Sánchez de la mano de Felipe González acerca el fantasma de una ‘gran coalición’ de PSOE y PP –o de PP y PSOE– tras las generales de 2023. 

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Tras consumar su traición a Sánchez facilitando la investidura de Rajoy –lo que evidentemente lo distanció del propio Sánchez tanto en lo político como en lo personal–, Hernando dijo en televisión que su afecto por el ya ex secretario general del PSOE era tan “enorme” que en su día había decidido que fuera el padrino en el “bautizo civil” de su hija de tres meses, y consideró que los diputados del PSOE que como él permitieron la investidura de Rajoy no son ni “inmorales” ni “menos socialistas” y que tienen “la misma ética” que los que rompieron la disciplina de voto del grupo para ser fieles al “no es no” de Sánchez, quien había renunciado a su escaño precisamente para no tener que facilitar la investidura de Rajoy ni romper la disciplina de voto impuesta por un Hernando que tras la dimisión de Sánchez se había convertido ya en la máxima autoridad del PSOE en el Congreso.

Es un gran político y debemos tener a los mejores”, ha dicho Sánchez este lunes en la Cadena SER para intentar justificar el fichaje de Hernando. Sea o no “un gran político” y sea lo que sea ser “un gran político” –dicho por Sánchez sobre Hernando, la cuestión adquiere tintes tragicómicos–, casi nadie esperaba la vuelta a la política de este cadáver político estigmatizado por la marca del traidor, y menos que lo hiciera de la mano del propio Sánchez, quien por cierto hace poco tiempo se quitaba de encima tanto del Gobierno como del partido a José Luis Ábalos, uno de los pocos dirigentes del PSOE que dieron la cara por él cuando González y compañía lo desalojaron de la Secretaría General del partido prácticamente a patadas. Aunque en la política española casi nada sorprende ya.

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Pagar la hipoteca

En 2014 un Sánchez recién elegido secretario general del PSOE nombró a Hernando portavoz del grupo en el Congreso. En 2016 Hernando se sumó al golpe de mano contra Sánchez, y –según se publicó entonces– en pleno golpe de mano varios miembros del Comité Federal del PSOE le escucharon decirle por teléfono a su mujer desde el garaje de la sede de Ferraz: “Si sigo con Pedro [Sánchez], ¿cómo vamos a pagar la hipoteca?”. En 2017 Sánchez recuperó la Secretaría General del partido y destituyó a Hernando como portavoz del PSOE en el Congreso. En 2018 Sánchez accedió a la Presidencia del Gobierno, pero no se acordó de Hernando. En 2019 se celebraron dos elecciones generales, pero ni el PSOE ni el propio Sánchez se acordaron de Hernando, que quedó fuera de las listas, del Congreso –y del Palacio de la Moncloa– tras 15 años como diputado. Se sabe que Sánchez lo recupera ahora porque –dice– es “un gran político”, lo que no se sabe es si habrá pagado ya la hipoteca.

El régimen del 78 que Felipe González ha reivindicado abiertamente en el 40º congreso federal del PSOE se caracterizó por el bipartidismo turnista hasta las generales de 2015, las primeras que hubo que repetir, al no poderse superar el bloqueo parlamentario. La repetición electoral de 2016 arrojó un nuevo bloqueo parlamentario que el régimen del 78 sólo pudo desbloquear precisamente con aquel golpe de mano interno contra Sánchez –un golpe de mano interno del que González y Hernando fueron actores protagonistas– para que el PSOE acabara permitiendo la investidura de Rajoy. Aquello fue el principio del final del bipartidismo turnista, un final consumado tras las generales de noviembre de 2019 –las de abril de 2019 fueron las segundas que hubo que repetir, tras aquellas de 2015– con el primer Gobierno de coalición de ámbito estatal de todo el régimen del 78, mal que le pesara a González y al resto de fuerzas oscuras del régimen del 78, que habían hecho todo lo posible para evitar el acceso de Podemos al Gobierno y que preferían una ‘gran coalición’ que ver en el Ejecutivo a la formación de Pablo Iglesias.

Con Iglesias fuera ya de la política institucional, hay quien pone en relación el fichaje de Hernando con aquello de “ten cerca a tus amigos pero aún más cerca a tus enemigos”, pero –teniendo en cuenta que al menos hasta este lunes Hernando no era más que un cadáver político estigmatizado además por la marca del traidor– cabe sospechar que el enemigo al que Sánchez prefiere tener cerca, más que Hernando, es el propio González, que curiosamente ya no reniega de la etiqueta “régimen del 78” sino que defiende abiertamente, además del régimen, la propia etiqueta. El problema de tener cerca a alguien como González es que –como sabe el propio Sánchez– la gente así mancha.

Fuente:laultimahora.es

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