La campaña electoral en Madrid está llegando a su fin. Todo está abierto ñara la izquierda

La izquierda tiene la posibilidad de ganar a las derechas, así lo afirma Pablo Iglesias, que entró en carrera electoral y ha conseguido la unidad de la izquierda.

Política - Elecciones 02/05/2021 J. Ángel Ruiz J. Ángel Ruiz
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La campaña electoral en Madrid está llegando a su fin. Todo está abierto, todo puede pasar. Los nervios en el campo de la derecha, en el final de esta carrera por llegar a la Puerta del Sol, no tienen nada que ver con lo felices y exultantes que estaban hace dos meses, cuando Isabel Díaz Ayuso, presidenta madrileña, convocó elecciones anticipadas para evitar que Ciudadanos le presentara una moción de censura como en Murcia.

La izquierda, que entró en esta campaña vestida de luto y con flores para el funeral, ha logrado llegar al final con buena cara y unida como no lo ha estado nunca. Se respira esperanza de que habrá una amplia movilización de los barrios y ciudades donde vive la gente trabajadora, las grandes víctimas de esta distopía madrileña que inauguró Esperanza Aguirre hace 25 años comprando a dos diputados tránsfugas que le robaron al pueblo sus votos para empobrecerlos y privatizar hasta la sangre que donan en los hospitales de una sanidad esquilmada.

En esta campaña hay un elefante que recorre todos los medios de comunicación, todas las sedes de los partidos, todas las tertulias y todas las estrategias: Pablo Iglesias. Hizo lo que no hace nadie en política: dimitir como vicepresidente segundo del Gobierno de España para bajarse al barro de la política autonómica. Como un capitán que siente que su obligación es poner el cuerpo para defender a su equipo, Iglesias se remangó y anunció su candidatura a la Comunidad de Madrid. Rompiendo con ello todos los relatos de que su único objetivo para estar en política es colmar sus ambiciones personales y que únicamente busca sillones

Sólo quienes confunden gestionar odios con el análisis político pueden negar que la entrada de Iglesias en la carrera electoral ha servido para que el conjunto de la izquierda esté hoy más cerca de ganarle las elecciones al PP que cuando Ayuso firmó la convocatoria electoral. Lo dicen las encuestas pero, sobre todo, lo dice la calle, donde se respira ambiente de movilización electoral a pesar de que la cita con las urnas es un martes laborable.

Si el principio de la campaña fue planteado como un plebiscito sobre Ayuso, que se las veía muy felices con su nacionalismo de bocadillo de calamares, el final de la campaña se le está haciendo largo a la derecha porque las balas recibidas por Iglesias, el ministro del Interior, Grande-Marlaska, y María Gámez, directora general de la Guardia Civil, han puesto de relieve que la ultraderecha no aspira a gobernar, sino directamente a derogar la propia democracia.

Libertad, que es lema electoral con el que Ayuso luce en sus carteles electorales, es hoy el valor que está en juego y que puede movilizar a la izquierda a acudir a las urnas en una movilización histórica en contra del egoísmo y envenenamiento que ha instalado la derecha en su lucha descarnada e impúdica para que sus privilegios no sean derechos para el resto de los mortales.

Falta que hablen las urnas que, aunque se equivoquen, siempre hay que darles la razón. Pablo Iglesias ya ha ganado. Incluso aunque el bloque de izquierdas no consiga su objetivo de ganar, Iglesias ha conseguido un cambio de guión inesperado a la película que había escrito Ayuso. Pero no solamente. Además del cambio de guión, Iglesias ha conseguido también algo muy importante en la interna de Podemos. Nada más y nada menos que dejar resuelta la sucesión, dejando a Yolanda Díaz, la ministra mejor valorada del Gobierno de España, como futura candidata del espacio político de Unidas Podemos.

Falta que hablen las urnas que, aunque se equivoquen, siempre hay que darles la razón. Pablo Iglesias ya ha ganado. Incluso aunque el bloque de izquierdas no consiga su objetivo de ganar, Iglesias ha conseguido un cambio de guión inesperado a la película que había escrito Ayuso. Pero no solamente. Además del cambio de guión, Iglesias ha conseguido también algo muy importante en la interna de Podemos. Nada más y nada menos que dejar resuelta la sucesión, dejando a Yolanda Díaz, la ministra mejor valorada del Gobierno de España, como futura candidata del espacio político de Unidas Podemos.

Yolanda Díaz representa un liderazgo diferente al de Pablo Iglesias en las formas, pero similar en el fondo y en el horizonte de provocar un cambio profundo a las estructuras anquilosadas del Estado del 78. A pesar de que durante mucho tiempo han intentado muchos medios de comunicación usar el liderazgo de Díaz en contraposición al de Iglesias, pensando que les funcionaria como les funcionó con Iñigo Errejón.

Al día siguiente de las elecciones, si los resultados son buenos para Unidas Podemos pero el bloque progresista no logra sumar más escaños que PP y Vox, las tertulias dirán que la culpa ha sido de Iglesias y que no ha conseguido su objetivo de echar a Ayuso. Si el resultado de Unidas Podemos es modesto pero gana el bloque progresista, los tertulianos dirán que la victoria ha sido posible a pesar de Pablo Iglesias. Y si los resultados de Unidas Podemos son buenos y el bloque progresista consigue la mayoría absoluta, también se obviará el papel protagonista y determinante de Iglesias para que esta campaña electoral haya terminado siendo diferente a como empezó.

Nadie le reconocerá a Iglesias que haya movilizado a los barrios populares y ciudades del sur y del Corredor de Henares; nadie le reconocerá que haya logrado cambiar el marco de la campaña y que la libertad se haya resignificado a favor de los valores de la izquierda. Nadie le reconocerá que todo cambió cuando decidió presentarse y que volvió a cambiar cuando se plantó ante la ultraderecha y se levantó del debate de la Ser, obligando a los medios de comunicación a hacer un análisis crítico de cómo tratar a la ultraderecha.

De Pablo Iglesias no se puede hablar bien, por eso ninguno de los grandes medios de comunicación hablarán bien de su aportación a la campaña electoral y de que ha terminado siendo el capitán de la estrategia de la izquierda. A pesar de lo que diga la 'tertuliocracia', la verdad sigue siendo verdad aunque sólo la defienda una sola persona. Pablo Iglesias ya ha ganado, pero sobre todo ha ganado la sociedad madrileña que lleva 25 años sufriendo el ‘tatcherismo castizo’ y que, por fin, tiene esperanzas fundadas de que Ayuso puede convertirse en el próximo juguete roto de la derecha madrileña

(laultimahora) .

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