Las mujeres con alta cualificación cobran 2,65 euros menos por hora que los hombres
Según USO, que pide una unidad específica en la Inspección de Trabajo para luchar contra situaciones discriminatorias que sufren las mujeres
Nunca es tarde si la dicha es buena, reza un famoso dicho español. Y aún no sabemos si será bueno, pero sabemos que, aunque tarde, el Gobierno progresista en nuestro país es ya una realidad. Si en diciembre de 2015 nos hubieran dicho que el Gobierno progresista que no llegó entonces lo haría cuatro años después con la abstención de Bildu y ERC, con la derecha arcaica de Vox siendo la tercera fuerza más votada y con Iglesias y Errejón ocupando responsabilidades en partidos políticos diferentes, a todos nos hubiera sonado incrédulo. Pero es que si seis meses después, tras la abstención del PSOE que sirvió para investir a Mariano Rajoy, nos hubieran dicho que tres años después tendríamos un Gobierno de coalición PSOE-Unidos Podemos nos hubiera sonado a chiste. Los tiempos han cambiado, un año en la vida política de nuestro país ahora parecen cuatro y todo se ha vuelto demasiado volátil. Ahora atrás han quedado los tambores que anunciaban una gran coalición en 2016, la intransigencia del sector duro de Podemos o la poca voluntad de entendimiento del PSOE con las fuerzas a su izquierda. En medio de tanto cambio y convulsión, España afronta ahora su primer Gobierno marcadamente de izquierdas desde el Frente Popular en 1936.
En la última semana el progresismo español no ha escatimado en sonrisas y un clima generalizado de victoria. Aunque hay algunos, los mismos de siempre, que con su escepticismo y dogmatismo visualizan al Gobierno progresista con los mismos ojos que si fuera uno de las derechas. Pero nadie en su sano juicio debería cuestionar que este Gobierno progresista es una gran victoria de todos, no solo para la izquierda, también para España. Primero por el hito histórico que supone por un lado la entrada de ministros a la izquierda del PSOE en el Consejo de Ministros, y por otro el primer Gobierno de coalición de nuestra Democracia. En segundo lugar porque en un momento en el que una oleada reaccionaria gana posiciones convirtiéndose en respuesta a las políticas neoliberales de los últimos 15 años, tener la oportunidad de ocupar el Gobierno y desarrollar políticas que pongan freno a la desigualdad nacida de las políticas neoliberales y neutralicen el crecimiento de la extrema derecha es una oportunidad única.
De los retos que este Gobierno tiene por delante se ha hablado mucho estos días, cuestiones como la derogación de la reforma laboral, la regularización de los abusivos precios de los alquileres o la lucha por alcanzar la igualdad real y efectiva entre géneros son algunos de ellos. Pero a la par que el Gobierno afronta y responde a los retos programáticos, también tendrá que ser capaz de lidiar con algunas cuestiones que dificultarán las relaciones PSOE-UP y sortear algunos riesgos que podrían dar lugar a un fracaso escandaloso para la izquierda. Y es que no será sencillo gobernar siendo conscientes de que si el Gobierno progresista no agotara la legislatura, o lo hiciera sin aumentar su respaldo popular, la extrema derecha tendría una alfombra roja rumbo a Moncloa.
El primer riesgo que afronta este Gobierno de coalición no es ni más ni menos que mantener un mismo discurso. El nombramiento de ministros por parte tanto del PSOE como de UP ha tenido como resultado la designación de perfiles más políticos que expertos de la sociedad civil en los distintos ámbitos. Esta decisión interpretable como muestra de la voluntad de entendimiento y acuerdo, a la luz de lo visto en las últimas semanas, puede acabar por jugar en contra precisamente del consenso. Ante cualquier grieta o enfrentamiento en el seno del Consejo de Ministros podría acabar por desatarse una nueva batalla por el relato similar a la que vivimos en abril. Un PSOE buscando asfixiar a UP a fin de capitalizar todo el voto de izquierda, o un Podemos y un PC desesperado con la idea del sorpasso. Revivir los fantasmas de abril no será bueno ni para uno ni para otro, menos aún con un ejecutivo de marcado carácter político. con un ejecutivo de marcado carácter político esto podría ser muy problemático si PSOE y UP dinamitan el puente del entendimiento.
Además Unidas Podemos afronta un importante dilema en las próximas semanas. Sus ministros (excepto Manuel Castells) y los diputados que ocuparán cargos en la Administración del Estado (Vicky Rossell, Ione Belarra…) deberán decidir si además continúan como diputados o ceden el acta y se produce la entrada de nuevos parlamentarios. Si deciden continuar como diputados UP estará perdiendo una oportunidad de generar nuevos liderazgos y los cargos en la Administración del Estado podrían acabar generando exceso de trabajo sobre estos diputados. Si por el contrario decidieran no continuar y el Gobierno cesara antes de acabar la legislatura, los pesos pesados de su Grupo Parlamentario no podrían continuar como diputados por haber cedido el acta y la ausencia de liderazgo dejaría a Unidas Podemos muy tocado en víspera de unas previsibles elecciones.
La sesión de investidura dio buena muestra de otro de los retos a los que tendrá que enfrentarse el Gobierno, pues en frente de la mayoría de 167 que votaron sí a Sánchez habrá una oposición radicalizada por el liderazgo que hoy por hoy ejercen Vox y su discurso entre las fuerzas de la derecha. Probablemente de la capacidad del Consejo de Ministros de marcar agenda e ir seleccionando aquellos temas que se establecen como prioridad en los distintos momentos dependerá el éxito del Gobierno de coalición. El acuerdo programático entre PSOE-UP para la investidura es muy amplio, perderse en él y querer correr demasiado podría acabar siendo letal. Si el paso del tiempo no va de la mano con la puesta en marcha progresiva de estas medidas la movilización popular de la derecha podría acabar generando problemas importantes al Ejecutivo.
Otro de los retos que afrontará la alianza PSOE-UP será la relación con Europa. Siendo Podemos fruto de los recortes y la políticas de austeridad que la Unión Europea impuso a España durante la crisis de 2008, y con otra crisis a la vista, sería dramático para las expectativas electorales de Unidos Podemos que desde Europa llegara la exigencia de recortar el gasto público y el Gobierno acabara cediendo. Esta hipotética situación permitiría, además, que fuera la extrema derecha de VOX quien capitalizara el discurso anti-establishment y en favor de la soberanía nacional.
Habrá que ver el papel que determinadas cuestiones “simbólicas”, viejas batallas de la izquierda tradicional que aumentan la polarización del eje izquierda-derecha, desempeñan en el orden de prioridades de UP. Abrir debates como la persistencia de la Monarquía o la abolición de la tauromaquia sería un error por parte de los de Iglesias, que debiera tener claro que determinadas cuestiones no son factibles gobernando con el PSOE. Habrá que ver el grado de madurez de Unidas Podemos y si son capaces de centrarse en aquellas reformas que son urgentes para la gente y para las que será más sencillo seducir al PSOE para ponerlas en marcha juntos.
Sin duda el reto, y a la vez el riesgo, sobre el que todos los ojos estarán puestos será la capacidad de la izquierda española de dar respuestas al problema territorial. Ni el PSOE ni UP han logrado encontrarse cómodos en los últimos años, unos por asemejarse demasiado a PP y C’s y otros por quedarse en tierra de nadie. Un problema territorial que en los dos últimos años y dada la inacción de las distintas fuerzas políticas ha trascendido el enfrentamiento de Catalunya con el resto del Estado, y ahora abarca también a la España vacía o la separación de León de Castilla y León. La primera respuesta del nuevo Ejecutivo ha sido apostar por el dialogo, algo que si bien debiera ser evidente no lo había sido hasta el momento. Habrá que definir ahora hacia dónde se dirige el diálogo y esperar que ERC continúe con la responsabilidad que demostró en la investidura. Y por supuesto que nadie espere colaboración del trío de Colón, que con su constitucionalismo de pandereta estará más pendiente de dinamitar cualquier puente que de desarrollar una oposición responsable que colabore a dar una solución al conflicto.
Política
Riesgos y peligros del Gobierno de coalición
17 enero, 2020 Chema Luis Rodríguez 0 comentarios Alberto Garzón, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Podemos, PSOE
Nunca es tarde si la dicha es buena, reza un famoso dicho español. Y aún no sabemos si será bueno, pero sabemos que, aunque tarde, el Gobierno progresista en nuestro país es ya una realidad. Si en diciembre de 2015 nos hubieran dicho que el Gobierno progresista que no llegó entonces lo haría cuatro años después con la abstención de Bildu y ERC, con la derecha arcaica de Vox siendo la tercera fuerza más votada y con Iglesias y Errejón ocupando responsabilidades en partidos políticos diferentes, a todos nos hubiera sonado incrédulo. Pero es que si seis meses después, tras la abstención del PSOE que sirvió para investir a Mariano Rajoy, nos hubieran dicho que tres años después tendríamos un Gobierno de coalición PSOE-Unidos Podemos nos hubiera sonado a chiste. Los tiempos han cambiado, un año en la vida política de nuestro país ahora parecen cuatro y todo se ha vuelto demasiado volátil. Ahora atrás han quedado los tambores que anunciaban una gran coalición en 2016, la intransigencia del sector duro de Podemos o la poca voluntad de entendimiento del PSOE con las fuerzas a su izquierda. En medio de tanto cambio y convulsión, España afronta ahora su primer Gobierno marcadamente de izquierdas desde el Frente Popular en 1936.
En la última semana el progresismo español no ha escatimado en sonrisas y un clima generalizado de victoria. Aunque hay algunos, los mismos de siempre, que con su escepticismo y dogmatismo visualizan al Gobierno progresista con los mismos ojos que si fuera uno de las derechas. Pero nadie en su sano juicio debería cuestionar que este Gobierno progresista es una gran victoria de todos, no solo para la izquierda, también para España. Primero por el hito histórico que supone por un lado la entrada de ministros a la izquierda del PSOE en el Consejo de Ministros, y por otro el primer Gobierno de coalición de nuestra Democracia. En segundo lugar porque en un momento en el que una oleada reaccionaria gana posiciones convirtiéndose en respuesta a las políticas neoliberales de los últimos 15 años, tener la oportunidad de ocupar el Gobierno y desarrollar políticas que pongan freno a la desigualdad nacida de las políticas neoliberales y neutralicen el crecimiento de la extrema derecha es una oportunidad única.
De los retos que este Gobierno tiene por delante se ha hablado mucho estos días, cuestiones como la derogación de la reforma laboral, la regularización de los abusivos precios de los alquileres o la lucha por alcanzar la igualdad real y efectiva entre géneros son algunos de ellos. Pero a la par que el Gobierno afronta y responde a los retos programáticos, también tendrá que ser capaz de lidiar con algunas cuestiones que dificultarán las relaciones PSOE-UP y sortear algunos riesgos que podrían dar lugar a un fracaso escandaloso para la izquierda. Y es que no será sencillo gobernar siendo conscientes de que si el Gobierno progresista no agotara la legislatura, o lo hiciera sin aumentar su respaldo popular, la extrema derecha tendría una alfombra roja rumbo a Moncloa.
El primer riesgo que afronta este Gobierno de coalición no es ni más ni menos que mantener un mismo discurso. El nombramiento de ministros por parte tanto del PSOE como de UP ha tenido como resultado la designación de perfiles más políticos que expertos de la sociedad civil en los distintos ámbitos. Esta decisión interpretable como muestra de la voluntad de entendimiento y acuerdo, a la luz de lo visto en las últimas semanas, puede acabar por jugar en contra precisamente del consenso. Ante cualquier grieta o enfrentamiento en el seno del Consejo de Ministros podría acabar por desatarse una nueva batalla por el relato similar a la que vivimos en abril. Un PSOE buscando asfixiar a UP a fin de capitalizar todo el voto de izquierda, o un Podemos y un PC desesperado con la idea del sorpasso. Revivir los fantasmas de abril no será bueno ni para uno ni para otro, menos aún con un ejecutivo de marcado carácter político. con un ejecutivo de marcado carácter político esto podría ser muy problemático si PSOE y UP dinamitan el puente del entendimiento.
Además Unidas Podemos afronta un importante dilema en las próximas semanas. Sus ministros (excepto Manuel Castells) y los diputados que ocuparán cargos en la Administración del Estado (Vicky Rossell, Ione Belarra…) deberán decidir si además continúan como diputados o ceden el acta y se produce la entrada de nuevos parlamentarios. Si deciden continuar como diputados UP estará perdiendo una oportunidad de generar nuevos liderazgos y los cargos en la Administración del Estado podrían acabar generando exceso de trabajo sobre estos diputados. Si por el contrario decidieran no continuar y el Gobierno cesara antes de acabar la legislatura, los pesos pesados de su Grupo Parlamentario no podrían continuar como diputados por haber cedido el acta y la ausencia de liderazgo dejaría a Unidas Podemos muy tocado en víspera de unas previsibles elecciones.
La sesión de investidura dio buena muestra de otro de los retos a los que tendrá que enfrentarse el Gobierno, pues en frente de la mayoría de 167 que votaron sí a Sánchez habrá una oposición radicalizada por el liderazgo que hoy por hoy ejercen Vox y su discurso entre las fuerzas de la derecha. Probablemente de la capacidad del Consejo de Ministros de marcar agenda e ir seleccionando aquellos temas que se establecen como prioridad en los distintos momentos dependerá el éxito del Gobierno de coalición. El acuerdo programático entre PSOE-UP para la investidura es muy amplio, perderse en él y querer correr demasiado podría acabar siendo letal. Si el paso del tiempo no va de la mano con la puesta en marcha progresiva de estas medidas la movilización popular de la derecha podría acabar generando problemas importantes al Ejecutivo.
Otro de los retos que afrontará la alianza PSOE-UP será la relación con Europa. Siendo Podemos fruto de los recortes y la políticas de austeridad que la Unión Europea impuso a España durante la crisis de 2008, y con otra crisis a la vista, sería dramático para las expectativas electorales de Unidos Podemos que desde Europa llegara la exigencia de recortar el gasto público y el Gobierno acabara cediendo. Esta hipotética situación permitiría, además, que fuera la extrema derecha de VOX quien capitalizara el discurso anti-establishment y en favor de la soberanía nacional.
Habrá que ver el papel que determinadas cuestiones “simbólicas”, viejas batallas de la izquierda tradicional que aumentan la polarización del eje izquierda-derecha, desempeñan en el orden de prioridades de UP. Abrir debates como la persistencia de la Monarquía o la abolición de la tauromaquia sería un error por parte de los de Iglesias, que debiera tener claro que determinadas cuestiones no son factibles gobernando con el PSOE. Habrá que ver el grado de madurez de Unidas Podemos y si son capaces de centrarse en aquellas reformas que son urgentes para la gente y para las que será más sencillo seducir al PSOE para ponerlas en marcha juntos.
Sin duda el reto, y a la vez el riesgo, sobre el que todos los ojos estarán puestos será la capacidad de la izquierda española de dar respuestas al problema territorial. Ni el PSOE ni UP han logrado encontrarse cómodos en los últimos años, unos por asemejarse demasiado a PP y C’s y otros por quedarse en tierra de nadie. Un problema territorial que en los dos últimos años y dada la inacción de las distintas fuerzas políticas ha trascendido el enfrentamiento de Catalunya con el resto del Estado, y ahora abarca también a la España vacía o la separación de León de Castilla y León. La primera respuesta del nuevo Ejecutivo ha sido apostar por el dialogo, algo que si bien debiera ser evidente no lo había sido hasta el momento. Habrá que definir ahora hacia dónde se dirige el diálogo y esperar que ERC continúe con la responsabilidad que demostró en la investidura. Y por supuesto que nadie espere colaboración del trío de Colón, que con su constitucionalismo de pandereta estará más pendiente de dinamitar cualquier puente que de desarrollar una oposición responsable que colabore a dar una solución al conflicto.
Por último, el Gobierno de coalición deberá tratar de ser capaz de poner en marcha políticas públicas que perduren en el tiempo más allá de quien ocupe el Gobierno. Si estos cuatro años dejan políticas como la regulación del alquiler o medidas contra el cambio climático, será realmente difícil que ocupe quien ocupe después el Gobierno esas medidas puedan revertirse. Ejemplo de esto es la puesta en marcha de ‘Madrid Central’ por parte del Gobierno de Manuela Carmena, medidas que tras su implementación cuentan con gran respaldo social y que resultan difícilmente reversibles por parte de nuevos gobiernos.
Tomado de Debate 21
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