Patrullando la ciudad en una noche fría de enero: Mi caminar melancólico

Cultura26/12/2023J. Ángel RuizJ. Ángel Ruiz

En el oscuro enero, cuando el frío se cierne sobre la ciudad, me veo patrullando las calles como un solitario espectador. Cada paso que doy resuena en la quietud de la noche, acompañado por el eco del viento que corta el aire como un lamento constante.

Las luces titilantes de los faroles apenas logran iluminar mi camino, creando sombras que juegan en las paredes de los edificios, como reminiscencias de recuerdos olvidados. Cada rincón de la ciudad parece albergar secretos susurrados por el viento helado que serpentea entre los callejones desiertos.

Envolviéndome en mi abrigo, que apenas logra protegerme del frío penetrante, avanzo por calles que alguna vez rebosaron de vitalidad. Ahora, el silencio se erige como mi único compañero mientras recorro vitrinas vacías que parpadean con luces apagadas, testigos mudos de días más animados.

Las sombras de los negocios cerrados se proyectan como espectros de oportunidades perdidas, mientras mi linterna disipa la tristeza que se oculta en cada esquina. La ciudad descansa en una penumbra melancólica, y yo, con cada paso, me transformo en el vigilante solitario de sus secretos enterrados.

Las luces intermitentes de mi vehículo destellan en la oscuridad como señales de ayuda que nadie responde. Navego por plazas que ahora se encuentran desiertas, donde el eco de risas infantiles ha sido reemplazado por el suspiro del viento entre las estatuas que observan con ojos taciturnos.

Vigilando la ciudad en una noche fría de enero, cargo con la responsabilidad de más que solo mantener el orden. Me convierto en testigo de la melancolía que se cuela en cada grieta del paisaje urbano, en cada rincón donde la esperanza parece haberse esfumado.

En cada calle vacía late la tristeza de una ciudad que anhela tiempos más cálidos. Mi caminar, marcando un ritmo solitario, es el eco de una realidad que susurra con pesar: la ciudad reposa, pero su corazón late en un suspiro melancólico. Y así, después de mi ronda nocturna,Y así, termino tomándome el café en esa vieja estación, donde el vapor caliente parece disolver por un momento la gélida melancolía que impregna las calles.

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