Lo que los medios no quisieron contar: El infierno que pasaron las mujeres durante el confinamiento

Encerradas junto a su agresor, víctimas de acoso, malos tratos, violaciones y prostitución

Sociedad - Igualdad07/01/2023 Redacción

51 vivencias de mujeres en confinamiento ha recogido el Gobierno navarro en un potente trabajo documental y videográfico. Destaca el testimonio de una mujer maltratada; en esas semanas «hacía todo lo que él quería».

Una mujer maltratada cuenta en el estudio que «yo hacía todo lo él quería, todo lo que decía. Obedecer. En varias ocasiones él se fue y me dejó allí abandonada, me dejó sin dinero y sin comida, aunque luego volvió»

El estudio recoge testimonios de mujeres en el ámbito de la prostitución, con hijos descapacitados, gitanas, mayores de 65 años...
Se pone de manifiesto la necesaria regulación del teletrabajo con el objetivo de que sea una posibilidad en condiciones de igualdad para las mujeres que quieran y puedan acogerse a ello

El testimonio de una víctima de violencia machista destaca en el amplio recopilatorio de vivencias de mujeres en confinamiento que ha presentado este martes el Gobierno navarro. Este es su relato textual, incluido en el estudio y titulado ‘El infierno’:
«No tenía vivienda, estaba en la calle y el confinamiento lo pasé con mi pareja en un apartahotel. Para mí ha sido un infierno. Además de estar con mi agresor, estaba con una persona que consumía, porque yo había dejado de consumir hacía unos meses. Él me insultaba, no podía ir a la calle a comprar porque iba él para que yo no tuviera el lujo de salir. Me pasaba el día vigilando para que no se le fuera la olla. Todo el día alerta, pensando en no hacer nada para provocar que pudiera pasar nada. Era mucha tensión. Muchos días sin salir, sin dormir (...)
 
¿Qué hacía? Todo lo que él quería, todo lo que decía. Obedecer. En varias ocasiones él se fue y me dejó allí abandonada, me dejó sin dinero y sin comida, aunque luego volvió. En esos días llamé a mi madre para que me diera dinero, porque no tenía ni para fumar, ni para nada, ni para una barra de pan. Era un apartahotel que está un poco retirado y tenía que caminar una hora para ir al centro del pueblo, porque no tenía medio de transporte.
La verdad es que ha sido muy doloroso. Si no hacías la comida, mal; si la hacías, mal. Si no limpiabas, mal; si limpiabas, mal, porque no estabas con él y no le hacía caso. ¡Pero si estábamos en 30 metros cuadrados y las 24 horas juntos! Y siempre callada, sin decir nada para evitar tener un conflicto.
Él fue quein llamó a la trabajadora social, porque yo estaba pensando en pedir la renta garantizada. Cuando hablé con la trabajadora social le comenté mi situación. Ese día habíamos tenido una bronca muy fuerte y dije: ‘ya no puedo más’. Ese día fue demasiado. Una cosa es forcejear, los insultos, las vejaciones, pero ese día fue ya demasiado y decidí que hasta aquí.
Fue curioso porque yo era la que recibía los golpes y fue él quien en el confinamiento, otro día, llamó a la Policía Foral, fingiendo por teléfono que yo le estaba pegando. Al final él se fue, no me acuerdo bien en qué momento porque fueron días muy duros. Me quedé cuatro días sola en el apartahotel, sin hablar con nadie (...) Y claro que volvió, pero yo ya me había marchado.

La directora gerente del INAI ha resaltado que el estudio incorpora una mirada concreta, la de las mujeres que han estado confinadas en Nafarroa y que han vivido realidades muy diversas. «A nivel cualitativo, genera un nuevo conocimiento, una vía de aprendizaje que complementa y enriquece la información cuantitativa y de datos estadísticos sobre el impacto de la covid», ha añadido.
Para llevarlo a cabo se ha recurrido a la entrevista grupal y el testimonio individual de cada una de las 51 mujeres participantes, de distintas zonas geográficas y distintos ámbitos sociales y laborales: mujeres gitanas, migrantes, autónomas, en situación de teletrabajo, que se dedican al cuidado y mujeres mayores de 65 años.

También se incluyen los testimonios de las mujeres que vivieron una situación de violencia de género, la de aquellas con menores con discapacidad o mujeres al frente de hogares monomarentales, entre otras.
Como recoge el estudio, desde los Equipos de Atención Integral a Víctimas de la Violencia de Género se afirma que, durante el confinamiento, las víctimas de violencia de género relataban que estaban más controladas, desautorizadas, aisladas o supervisadas mediante el móvil y que se intensificó el miedo, la tristeza, la apatía, la ansiedad o las dificultades para conciliar el sueño.

Además, añaden, para ellas fue reparador poder transmitir cómo vivieron esa situación.
Prostitutas, gitanas, mayores de 65...
Entre otras muchas cosas se constató la situación de extrema dificultad de las mujeres que se encontraban en contextos de prostitución, para las que se habilitó dos recursos de alojamiento.
Asimismo, durante el confinamiento, las mujeres gitanas asumieron un papel protagonista y muy resolutivo en sus hogares, sacando adelante a las familias y garantizando la subsistencia de las mismas.

Por su parte, las mujeres mayores de 65 años vivieron el confinamiento con miedo a contraer la enfermedad, a contagiar a otras personas y a fallecer, lo unido al aislamiento tuvo un impacto en su salud psicológica y emocional. Además, es común en muchos de los testimonios el dolor experimentado por la muerte de otras personas por el coronavirus.

Como factor positivo, el estudio remarca que las relaciones entre los vecinos se vieron reforzadas y se desarrollaron numerosas iniciativas relacionadas con los cuidados a las personas más vulnerables.
Teletrabajo y cuidados
Los testimonios de las que teletrabajaron y con hijos menores reflejan que el trabajo doméstico y los cuidados han recaído en las mujeres, por lo que el teletrabajo no ha servido para repartir de forma más equitativa los cuidados y sí para añadir más carga de trabajo a las mujeres, con el consiguiente incremento de sus riesgos psicosociales y su malestar.

Los testimonios de las que teletrabajaron y con hijos menores reflejan que el trabajo doméstico y los cuidados han recaído en las mujeres, por lo que el teletrabajo no ha servido para repartir de forma más equitativa los cuidados y sí para añadir más carga de trabajo a las mujeres, con el consiguiente incremento de sus riesgos psicosociales y su malestar.

Las mujeres autónomas o al frente de pequeños negocios afirman haber vivido el confinamiento «con incertidumbre».

Con todo ello se ha concluido que son las mujeres, de manera mayoritaria, quienes sostienen el sistema de cuidados, tanto en el ámbito privado, como el hogar, como en el público.

Asimismo, se pone de manifiesto la necesaria regulación del teletrabajo con el objetivo de que sea una posibilidad en condiciones de igualdad para las mujeres que quieran y puedan acogerse a esa forma de trabajar.
Igualmente, evidencia la necesidad de continuar promoviendo programas de empoderamiento dirigidos a las mujeres mayores de 65 años, un colectivo especialmente vulnerable.

Asimismo se ha constatado que, para la mayoría de las mujeres participantes, la existencia de servicios y recursos públicos y comunitarios ha resultado fundamental en un contexto en el que se han intensificado las desigualdades discriminatorias contra las mujeres.

Fuente:Naiz

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