Decía Coco Chanel, una mujer revolucionaria cuya determinación y valentía liberó el cuerpo femenino de los corsés y daba expresión a las aspiraciones de libertad e igualdad de la mujer del siglo XX, que “La moda no es algo que solo exista en los vestidos. La moda está en el cielo, en las calles. La moda tiene que ver con las ideas, con la forma en que vivimos, con lo que está sucediendo”.
Las mujeres rurales emprendemos, trabajamos, ocupamos espacios de representación y toma de decisiones al mas puro estilo Chanel. Nos liberamos de ataduras machistas que nos ahogan en espacios que no queremos ocupar para generar la moda y la tendencia empoderadora. Nos ponemos el pantalón para subir al tractor y llevar explotaciones agrias, nos enfundamos los guantes para coger con fuerza las riendas de nuestros negocios, nos ponemos la americana y el tacón para ocupar alcaldías o nos pintamos los labios de rojo para salir con nuestras amigas mientras los papás cuidan.
Estas acciones, en pueblos y ciudades, forman parte de la lucha feminista diaria de hombres y mujeres en pos de la igualdad real. Pero en el medio rural, donde los estereotipos de género y las dificultades en el acceso de servicios públicos aprietan como si del corsé de Scarlett O’hara se tratara, romper estereotipos es clave.
Y un tirón más al lazo del corsé es la idea peyorativa de lo rural, que lleva demasiado tiempo pesando en las conciencias colectivas. La RAE no eliminó hasta 2014 de la definición rural los adjetivos de “inculto” o “tosco”. Desaparece de los diccionarios, pero en el ideario colectivo queda. Como grabado a fuego permanece la enseñanza de quienes más nos quieren del “hija mía, sal del pueblo y prospera”.
Mujeres rurales de España: pongamos pues en práctica la “Teoría de las Minorías” de Moscovici. Éste era un psicólogo social que casualmente murió en el año en que la RAE dejó de llamarnos catetos. Decía que a lo largo de la historia, los grupos sociales han cambiado sus costumbres, creencias y formas de ser, y todos los cambios fueron originados por una minoría. Aceptamos lo que la mayoría nos dice más por costumbre que por convencimiento, hasta que la minoría nos obliga a reexaminar y cuestionar las bases de nuestras creencias.
Dejemos de comportarnos, atraídos por las mayorías, como las ovejas. Las ovejas, cuando el sol cae sobre ellas, se apelotonan unas a otras. Estando juntas, en el mismo sitio, sienten que sus cabezas están a la sombra, que están protegidas, aunque el solano caiga implacable sobre sus lomos y a pocos metros tengan la sombra del árbol vacía.
Las minorías, los que vivimos en los pueblos, al abrigo de la sombra del árbol de la sostenibilidad en tiempos de pandemias, guerra y rigores energéticos, tenemos que originar el cambio, generar esa influencia, esa moda o tendencia que atraiga a las mayorías de las ciudades a la sombra y el cobijo de los pueblos. Con políticas publicas que blinden y protejan servicios, con la igualdad y la justicia social como principios rectores, lograremos superar el reto demográfico haciendo del medido rural un espacio donde hombres y mujeres podamos desarrollar nuestros proyectos de vida.
Con el ejemplo y testimonio de los que ya hemos empezado ese movimiento y con la obstinación y rebeldía de Scarlett O’hara asumamos en nuestros pueblos, con las mujeres a la cabeza, la misión de mostrar al mundo que en los pueblos hay tanto talento y oportunidades como en las ciudades. Con formas de vivir no solo dignas y válidas, sino más sostenibles y me atrevo a decir, más felices y tranquilas.
María Luisa Vilches, diputada nacional por Albacete.
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Noam Chomsky speaking at the International Forum for Emancipation and Equality in Buenos Aires, Argentina, on March 12, 2015. The conference was organized by the Argentinian Ministry of Culture of the Nation through the Secretariat of Strategic Coordination for National Thought. Wikimedia Commons.
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