EL ENANO QUE BAJÓ UN MOMENTO A POR TABACO
(Cuentos para las noches de insomnio)
Cultura04/10/2022 Ada GarcíaDurante toda la Tercera Edad, Lindon sobrevivió como tierra de los elfos, y las Montañas Azules siguieron siendo hogar y refugio de diferentes pueblos de enanos. Cuando Smaug atacó Erebor y sus habitantes tuvieron que huir, se establecieron en estas montañas esperando algún dia volver a recuperar su reino.
( El Silmarillion, J.R.R Tolkien).
Cafetería Galadriel, Octubre de…, en una ciudad sevillana con muchos olivos y muchos gatos.
Este tipo que me saluda correcta y amablemente entrando por la puerta de mi cafetería al filo de las siete y media de la tarde de un viernes, me regala un velero de madera en el cual, en una plaquita metálica sobre el casco se lee:
Recuerdo de Chipiona.
-Buenas tardes, Carmen. ¿Cómo va eso? Te saluda un servidor, un amigo, un cliente, un rendido admirador…
-Hola Máximo.
Y el hombre que es en realidad Grór, hermano de Thrór, quién guió al resto de supervivientes de las Colinas de Hierro, sonríe dejando entrever sus agudos dientes de chacal, y ese intenso brillo en la mirada que llevan, como un tatuaje, los grandes bebedores de cerveza. Máximo, o Grór, es un enano fornido, barbudo, de enormes ojos oscuros sombreados por cejas bien pobladas, y nariz y espaldas bastante desarrolladas. Y el tipo me cuenta sus cosas mientras saca un paquete de tabaco de la máquina y lo va abriendo tranquilamente…
-Nada, Carmen, hoy no voy a tomar nada que me voy escopetao para arriba. He bajado un momento a por el paquete Winston y me subo enseguida.
Dijo. Y eran exactamente las ocho menos diez de la tarde. Pero mucho tiempo y muchas cervezas después, todavía estaba Grór hermano de Thrór, el de las Colinas de Hierro, rulando por ahí, agazapado tras unos y otros, más borracho que un pirata el día de paga.
Unos minutos antes de haber aparecido por mi bar, todavía en su casa, Máximo Gómez -Grór, natural de Belegost, en la parte central de las Montañas Azules, o de la Sierra de Grazalema-, explicaba a su mujer Celia, abriendo la puerta de la calle:
-Cari, bajo a por tabaco a la cafetería de Carmen, y subo antes de que te des cuenta. Ve enharinando los boquerones, cacho guapa…
-Pero Maxi, si yo estoy bañando a la niña…
-Bueno, bueno, subo en medio minuto y los enharino yo. Verás cari que no tardo nada. ¡Antes de que saques a la peque del agua estoy aquí!
Las últimas palabras las ha ido diciendo saliendo por el jardín, con la puerta de la calle ya cerrada.
Y ahí en el baño, la madre, rostro redondo y rosado, dorados rizos cayendo sobre su nuca, flores lilas en su pijama; y la hija, un bebé de casi un año, redondo y rosado, con incipientes rizos dorados sobre su nuca, son felices entre pompas de jabón con olor a fresa y burbujitas de color azul. Hay risas y canciones de ratones y brujitos de Gulugú. En tanto, ahí al lado en la milenaria cafetería Galadriel…
-¡Tío, Max! ¿Qué tal?
-Hola, Sting. Nada tío le estaba contando a Carmen que me voy ya para mi casa. Sólo he bajado un momento a por tabaco, y ya me voy. Es que como Celia está terminando de bañar a la niña y…
-¿Cómo? ¿Qué no te vas a tomar ni una birraaaa? ¡Anda que no! Carmen, por favor, ponle una jarra bien fría a Máximo.
-Pero ¿no oyes que dice que no puede? ¡Su mujer está arriba esperándole para cenar, hombre ya!
-Estooo, bueno, venga Carmencita, ponme una. Pero solo una ¿eh? Tío, Sting, ¡qué de verdad solo una!
-¡Madre mía, qué poco fiables son los enanos de las Montañas Grises !
-¿Qué decías, Carmen?
-¿Yo? Nada, (Grór, hermano de Thrór, los que salvásteis a los supervivientes de las Colinas de Hierro…)
Me entran unas ganas locas de no ponerle ninguna cerveza a estos tipos, y hasta se me ocurre cerrar mi cafetería y largarme a Nueva York (hay una exposición sobre El Silmarillion en el MOMA). Pero va entrando más gente, y entonces observo por la ventana como la luna de otoño ilumina un limonero cuajado de perlas amarillas, dotándolas de poderes maravillosos. Todo aquél que contemple este limonero o coma uno de sus dorados frutos, vivirá mil felices años y será dueño de los magníficos tesoros de Smaug «El Terrible». Pero vuelvo a la realidad, más que nada debido a la bulla imperante, y pongo sobre la super limpia barra de madera dos cañas de cerveza tan frías como el cuerpo de un vampiro antes de ponerse el sol.
-Carmen, eran dos jarras, no dos cañas.
-¡Upsss!
-Bueno a mi me da igual, Sting. ¡Así duran menos y me voy antes! Es que como te he dicho, he bajado solo un momento a por tabaco mientras Celia…
-Carmen, guapísima, ¿es que nos quieres echar ya?
-Sting, su mujer y su hija son más importantes que tú.
-Bueno, bueno, no discutáis que yo no me entretengo más. ¡Me bebo la caña y adiós!
El local comienza a animarse bastante, pongo a The Cure, y me despido de Grór, o lo intento. Pero no hay nada que hacer.
-Bueno, pues adiós Máximo. Recuerdos a tus dos amores del alma.
-Vale, Carmen. Ejem, adiós… hasta la vista Sting.
En estas va entrando por la puerta más y más gente, y al rato aparecen Lupe y Rita, con todo el glamour de una diva de la Columbia en los años cuarenta.
-¡Yujuuuu, Carmencitaaa! ¿No pones el fútbol? Que le vamos a dar una paliza a esos palanganas. Y a mi me pones un bloody Mary, y a Rita un cóctel molotov bien cargado, porfisss. Ah y esas almendras y patatitas de miel y limón que pones algunas veces, cuando los clientes te caen guay, preciosa.
Rita me lo pide con sus ojos de vampiro pestañeando seductoramente al son de unas largas pestañas postizas. Rita es alta, bellezón, y, sin proponérselo apenas, rompe tres o cuatro corazónes antes de beberse un trago. Lupe es bajita, delgada, morena y hermosa, como la morena de mi copla pero en versión punk. Lisbeth Salander gobierna su armario, y así entra con sus dulces andares, mientras un cuervo más negro aún que su mirada sobrevuela sus pensamientos. Va charlando con alguien que está al otro lado de su móvil, con una letanía ronca y susurrante…
– No, no me llores, que yo no lloro nada, Martina. Creo que al enamorarse siempre pierde alguien. Antes o después. Enamorarse es lo peor que te pueden desear. Es como una maldición gitana: «anda y ojalá te enamores, paya.» Así que pienso yo que lo mejor en esta vida es ser independiente con todas las consecuencias. Y si alguien te hace daño porque sí, que lo pague. Si eres inocente y maja incluso, y te golpean sin motivo, con saña, ve a por ellos. ¡Qué cobren!
En tanto el enano Grór de la Tierra Media permanece inamovible entre el interior del local y el resto del mundo.
-Bueno, de verdad, de verdad, que yo ya me voy. Joder, sin darme cuenta llevo ya una hora aquí.
Para colmo de desgracias, que, dicen, nunca vienen solas, se les unen otro amigo, y otro, y otro. Ahora es Hendric, un enorme rohirrim de madre utrereña y padre danés, con los pelos rizados y rubios, dos metros desde la cabeza hasta las botas, heavy a más no poder, y piercings metálicos agujereando sus cejas, labios, y nariz.
-¡Pero hombre, Máximo, que yo acabo de llegar! Una jarrita y un gol, y te vas. ¿Nos vas a hacer el feo, después de que nos vemos poco y mal?
-Hola, Hendric, jejeje… no, no, no, es que he bajado un momento a por tabaco mientras mi mujer baña a la niña, ¿sabes? Como quedaba un ratiyo para que empezara el partido y me daba tiempo, pues digo: voy a bajar un momento a por tabaco y subo enseguida. Es que, como te digo, no iba a bajar pero entonces…
-¡Jajajaja! ¡Venga hombre, que no son ni las diez! Por favor Carmen, cuatro jarras y unas almendritas poderosas, haga usted el favor señorita.
-Bueno, bueno, Hendric, pero solo una, en serio. Qué mira que ya llevo aquí una hora y media y mi parienta…
Pero el gigantesco rohirrim del Betis ya tiene las neuronas puestas en otra cosa.
-Perdona Carmen, ¿ y las almendritas? ¿No ha venido Sara hoy?
Sara Arresi es mi camarera, y se parece a Ursula Andres en la película Las tribulaciones de un chino en China.
-¡Oh, cuánto lo siento, Hendric! No queda ni una. Y Sara está de exámenes.
-¡Hum! Vaya. Así que esta noche estás sola… Eres una reina guerrera y muy valiente… ¿y te queda algún cacahuete?
-No.
-¿Patatas fritas con miel y limón?
-Te va a hacer gracia, pero no.
Y así entre cóctels y chupitos, goles y jarras, piratas, rohirrims, elfos, vikingos,enanos, faunos, orcos, divas, princesas, chicas malas y demás, llega un momento en el cual solo se escucha una profunda exclamación de júbilo.
-¡Goooooooooooooooool!
En la pantalla un tipo vestido a rayas rojas y blancas, mete un golazo que no ve el portero del otro equipo que va de verde y blanco, hasta que el balón ha llegado a Marte. Y sacude las lenguas de algunos de los allí reunidos un temblor como de ganas de gruñir pero en idiomas diferentes. Otro trago, malta y espuma, y el enano Grór, hermano de Thrór, el que guió a los supervivientes de las Colinas de Hierro me pide que le ponga otra jarra. En tanto su móvil- con la sintonía de la serie de televisión Expediente X– , suena una, y otra, y otra vez.
-¿Cari?
_¡………………..!
-¡Cari!
-¡….!
-¡Voy ya para casa! ¡Que no tardo nada! ¡Que estos cuatreros me han enreao!
-¡….!
-¡….!
-¡No te oigo…! ¿Qué? ¡Bueno, churri, que no tardo!
-¡¡¡…………………..!!!!
-Max, creo que he visto a tu mujer asomada a la ventana y te estaba llamando hace un rato. Debes irte.
-No, no era ella, Carmen. De todos modos, llevo el móvil. Así que no te preocupes guapísima, que si me llama me voy para arriba.
Hendric, el rohirrim del Betis, se mete por la banda derecha sin ser invitado.
– ¿Pero no hay más Jack Daniel´s tampocooo?
Gentío, vapores de otros mundos, extraños seres llegados desde quién sabe dónde a quién sabe qué. Enmedio del bullicio suena una vez más la música de Expediente X…
-La vi, vida Carmen, la vida qué mala es. ¡Qué mala!
Y una vez más…
-¡Qué sí, cari qué voy pallá!
-La vida a veces es como antes de entrar en batalla en las colinas de Pelennor. Susurra alguien evanescente, hermoso y feliz, antes de sumergirse en la opresiva atmósfera de esta noche inmensa.
Ahora, y ya para finalizar tan gratísima velada, y como el cóctel de alcohol y partido hace aflorar a pasos agigantados las esencias más desagradables y primitivas de la peña, enanos, elfos, medianos, incluso princesas, decido sabiamente cambiar fútbol por música para amansar a la bestia que todo ser lleva dentro, y surge pletóricamente con una, dos, o doce copas de más.
Larguémonos, chica, hacia el mar
no hay amanecer
en esta ciudad…
-¡Heeeyyyyy que pasaaa, Carmeeeeeen! Pero, ¿cómo nos haces esto? ¡Qué ganaba el Betiiiisssshhh!
-¡Oleee, genial! ¡Héeerooeess! ¡Mucho mejor Héroes del Silencio que el odioso fútbol!
-¡Qué ascooo Carmeluchi! ¡No soporto al Bunbury! ¿Puedes ponernos a Extremoduro por favor? ¡Gracias!
Quiero ser tu perro fiel
Tu esclavo sin rechistar
Que luego me desato y verás
A ver qué me dice después…
-¡Aaaaaahhsssggg! ¿Extremoduro?¿Esos drogatas insoportables? ¡Carmen, porfas!
Why do you come here?
Why do you hang around?
I’m so sorry
I’m so sorry
-¡Ouuuussssshhh, Morrissey! ¡Genial ¡Qué guapoooo!
-No hombreeee. Carmen, ¿es necesario? ¡Por favorrrr!
Se acabó. ¡Fuera todo el mundo! Son las cinco de la mañana y me voy a mi casa. Galadriel café se despide hasta después de la Primera Edad del Sol.
-Pero Carmen, Carmela, Carmencita… es de noche en la Comarca; resplandece como un sol el terrible ojo de Mordor. Saruman está al acecho… ¿Qué año es este? Muero. Muero ya por siempre. Adiós…
Y Gròr-Máximo cae en redondo contra el suelo. La música de Expediente X, la melodía que suena cada vez que Celia, la mujer de Gròr, le llama para interesarse por sus quehaceres, se oye ya en la puerta. Un cielo un poco menos oscuro que el resto alumbra al mundo por el horizonte, mientras canta un gallo invisible desde algún misterioso lugar, y sobre las blanquecinas tapias del cementerio cercano corretea un jirón fantasmal huyendo de los primeros albores del día. Celia, que en otro tiempo perteneció a las hordas de Saurom, y que un día, hace menos de una hora, fue una madre humana, paciente, dulce, amorosa y cantarina, vuelve por sus derroteros oscuros, siniestros e implacables. La terrible magia que un día se quiso conjurar, el poder de Mordor, entra en mi cafetería con su aspecto más cruel y letal. Nadie osa plantarle cara. Nadie excepto el valiente Gròr-Máximo, de los enanos de las Montañas Grises.
-¿Ca… cari? Cari… ¿Eres tú? Me enredaron estos capullos, y encima me quede sin batería, te lo juro, ángel mío… ¡Ay que malito estoy, cari!
Pero ella de un certero y brutal mordisco con su negra y horripilante dentadura de orco, arranca de cuajo la cabeza a su otrora amante esposo, enmedio de un silencio tan profundo como la garganta de Smaug «El Magnífico.» Arrojándola a sus perros que esperaban fuera pacientemente, ese despojo sanguinolento y espantoso, boca abierta en un rictus de sopor casi animal, ojos desencajados de sus órbitas, profundas arrugas cortándole la frente, es devorada sin tardanza. El resto de habitantes, hobbits, princesas, elfos, vikingos, aprendieron esa noche que jamás hay que hacer enfadar a una mamá que baña tranquilamente a su bebé.
Colorín, colorado…
Ada García, es escritora y colaboradora de albacetealdia.es
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