¿QUÉ HEMOS HECHO PARA QUE SEA VOX QUIEN MARQUE LA SENDA?

En el café de hoy una chica comentaba a su pareja que de momento el único político que merece la pena era Abascal. Qué hemos hecho, pensaba, para que una joven con toda una vida por delante tuviera un modelo así. El origen, quizás, esté en la poca atención que se ha dado a la capacidad del nacionalismo para generar sentimientos y símbolos de unidad y adhesión. Tendríamos que regresar al referéndum sobre el Estatuto de Cataluña en 2006 y a la sentencia del TC por no admitir que en el preámbulo se citara el término "nación". A partir de ese momento surge un desencuentro entre las dos naciones que culmina con la jornada del referéndum por la independencia y el discurso del monarca el 3 de octubre de 2017. Y todo en medio de un presidente del gobierno con escaso potencial de estadista. La historia lo dirá.

El caso es que esos hechos vapuleados convenientemente por los medios de comunicación y por el emergente Ciudadanos fomentó una nueva identidad española que tenía en "el otro" catalán el recurso adecuado para la movilización identitaria. Muchas guerras y naciones nacen así, del enfrentamiento con el otro, el vecino revestido de otro. Fue así como Ciudadanos pugnaba con el pequeño PP catalán por ver quien es más español. En Madrid y en la órbita castellana sería Vox quien acabaría llevando la voz cantante. La foto de Colón unifica a tres partidos con un único discurso identitario basado en la catalanofobia. Ahora bien, de los tres partidos el que mejor se mueve en la utilización de la simbología identitaria es Vox. La historia falseada, la hispanidad, las banderas, el mundo rural, la caza, los toros, las armas, los bulos, el rechazo a los inmigrantes, a las leyes de memoria, a las políticas de igualdad y el antigobiernosanchista, se han convertido en recursos que son fácilmente asimilados por una población ávida de este tipo de mensajes, más emocionales que racionales.

Ni los intelectuales, ni la izquierda ha valorado la importancia de estas representaciones nacionales y si lo hacen, como es el caso de algunos barones regionales, tienen el mismo tono que ellos. Y ya se sabe, entre el original y la copia, la gente compra el primero.

Los votantes de derechas, muy prácticos ellos, en un principio se resistieron a votar a Vox por aquello de no desperdiciar el voto. En Madrid no había problema porque Ayuso era lo mismo que Abascal, pero a partir de ahora el votante nostálgico, el votante liberal de Ciudadanos, el votante de derechas español tienen en Vox su marca auténtica.

La gestión, gobernar, solucionar problemas de verdad, saber convivir con la diferencia y tener proyectos de futuro en el complejo marco internacional no está sobre la mesa de VOX ni en la de muchos ciudadanos. Cuando esté ya será tarde.