Stiell: No hay forma de detener las energías renovables
Simon Stiell, aseguró este miércoles que “ninguna nación” está ganando la “lucha a muerte contra los impactos climáticos, que se vuelven más brutales cada año”.
La especulación urbanística y los vertidos de residuos provenientes de la agricultura intensiva son los responsables de la muerte del Mar Menor, algo que se pudo evitar.
Sociedad - Ecología y medio ambiente25/08/2021J. Ángel RuizEl Mar Menor es una de las mayores lagunas litorales del Mediterráneo y ocupa unas 13 500 hectáreas de la costa de la Región de Murcia. Hasta hace apenas un lustro se caracterizaba por unas aguas hipersalinas y cristalinas que le diferenciaban de otras muchas lagunas litorales europeas de aguas turbias y salobres. Esa transparencia era fruto de unas aguas oligotróficas (escasez de nutrientes) y permitía la existencia de una laguna controlada por el fitobentos (las comunidades de plantas ancladas en el sedimento lagunar) al llegar la luz al fondo sin problemas.
Antes de la crisis actual, el Mar Menor había sufrido la presión de la minería de metales, con vertidos masivos al principio y drenaje de las estructuras mineras residuales después, y la de la actividad urbanística y sus infraestructuras turísticas asociadas (urbanizaciones, playas artificiales y puertos deportivos). Estos factores alteraron la laguna, pero su funcionamiento básico no cambió sustancialmente.
La presente crisis tiene sus orígenes en la puesta en regadío de la mayor parte del campo de Cartagena tras el Trasvase Tajo Segura, a principios de los 80. En sucesivos periodos y con distinto grado de legalidad se incrementaron los regadíos hasta acercarse a las 60 000 hectáreas. Cada hectárea lagunar sufre la influencia de 4 hectáreas de regadíos intensivos, ese es el ratio.
Los abonos (nitratos y fosfatos) se vierten en las parcelas de cultivo, pero una parte termina por distintas vías en la laguna y eutrofiza sus aguas (produce una sobreabundancia de nutrientes). Se estima que del total de nutrientes que llegan al Mar Menor, el 85 % tiene su origen en la agricultura industrial.
Durante varias décadas, el Mar Menor fue capaz de absorber por tres vías esta entrada creciente de nutrientes, en torno a 4 000-5 000 toneladas anuales de nitratos: desnitrificación en los humedales, captura por el fitobentos y, muy secundariamente, explosión de plancton gelatinoso (a finales de los 90 había más de 80 millones de medusas de gran tamaño.
El fitobentos fue, con toda seguridad, el mecanismo principal de resiliencia que mitigó durante dos décadas la eutrofización. Pero a finales de 2015 e inicios del 2016 todo cambió. Dichos mecanismos fueron incapaces de absorber más y más nutrientes, especialmente los nutrientes adicionales de las salmueras tras la desalobración de las aguas subterráneas. Así, estos quedaron disponibles para el plancton, y ese invierno –más cálido de lo normal– hubo una explosión masiva de fitoplancton.
Los valores del parámetro clorofila-a (que sirve para medir estos procesos) se dispararon. El agua se puso turbia y dejó de llegar luz al fondo de la laguna. Esta turbidez se alargó durante meses y las comunidades del fitobentos no fueron capaces de sobrevivir sin luz y murieron en un 85 %. Toda esa materia muerta (plantas y animales) demandó cantidades ingentes de oxígeno y todo ello derivó en unos primeros episodios de anóxia (ausencia de oxígeno). Cientos de caracolas (Hexaplex trunculus) salieron a la orilla para morir asfixiadas, junto con peces y otra fauna diversa.
El Mar Menor había cambiado totalmente su funcionamiento. Ya no estaba controlado por el fitobentos. Ahora el plancton de la columna de agua era el que metabolizaba los nutrientes disponibles. Todo había cambiado. Adiós a las aguas cristalinas.
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