La derrota de Trump, el espejo de la derecha en España

Política 07/11/2020 J. Ángel Ruiz J. Ángel Ruiz
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El trumpismo inaugura su muerte con Trump. Su accionar político se ha convertido en la doctrina que casi el completo del espectro de la derecha conservadora mundial ha adoptado, a modo de dogma de fe. La judicialización de la política, que auspicia golpes de estado de nueva orden, y la radicalidad basada en las ideas monolíticas de nación, negacionistas con la pluralidad y las demandas populares, han recibido una ejemplar derrota.

Toca mover ficha a los dos lados del charco. El auge del progresismo en América Latina y la solvencia que demuestran gobiernos de coalición con una pata marcadamente a la izquierda como el español (a pesar, incluso, de todos los intentos de desestabilización) ha provocado que las alarmas de la derecha trumpista salten.

Parece que no les queda otra: a las vertientes azul y naranja que componen el Trío de Colón les urge cambiar de estrategia, deshacer sus lazos con la fuerza homóloga de Trump y abandonar el autoritarismo si no desean correr la misma suerte.

Crónica de la estrategia fallida

Una elección entre la democracia y Trump”, con estas palabras vaticinaba el demócrata Bernie Sanders lo que se jugaba Estados Unidos. Y es que la estrategia de Donald Trump ha sido clara: hacer ‘trampas’ para reducir al mínimo el voto popular con el que tan solo un candidato republicano ha contado desde 1987.

Atacar el voto por correo, relacionado en las encuestas con los demócratas por el miedo ante los contagios en los centros electorales, era la forma más sencilla. Cuánto más si se concentra en algunos Estados, decisivos para decantar la balanza del complejo sistema electoral estadounidense: Pennsylvania, Míchigan, Nevada, Georgia o Wisconsin.

No es casualidad, por tanto, que el magnate ultraconservador haya decidido emprender acciones judiciales para interceder en el conteo en varios de estos territorios. El reiterado “STOP THE COUNT!” de su timeline revela evidente la estrategia, con la que, además, ha pretendido alimentar los altercados callejeros de las milicias armadas reaccionarias que le apoyan.

Ello, añadido al control del Tribunal Supremo por parte de los magistrados conservadores, hace asistir, por peso aplastante de la lógica, al asesinato perfecto de la democracia.

Trump: el ‘antisistema’ más beneficiado por el sistema

‘El sistema’, ese que ha beneficiado todas sus polémicas desde el muro contra México hasta el negacionismo en su gestión pandémica, se vuelve ahora ‘el enemigo’ para Trump. Pero, casualmente, el mismo ‘sistema’ le ha hecho concesiones en el proceso electoral. No se las negó ante sus excesos políticos, no le costará pasar por alto sus declaraciones, aunque hallan alentado al golpe de Estado en la “mayor democracia del mundo”.

Todo ello enarbola las líneas maestras del ficticio discurso de Trump: el de ‘todos contra él’, el de la censura y la estafa. Los medios de comunicación, en un cuestionable alarde entre el desconocimiento y la complicidad, reproducen fielmente cada sílaba de sus palabras, como si el líder ultra no las hubiera premeditado.

Esto provoca que el fantasma del fraude electoral recorra los Estados Unidos, algo que cala y asienta las ideas que le favorecen, aunque no sean reales. Transformándose en los posos de un apoyo férreo, inconsciente, obsesivo hacia una de las figuras políticas más peligrosas del siglo XXI. Autoritarismo de manual. “Por el bien” de la nación.

La evidencia de los paralelismos

“Por el bien de España” los ultraderechistas de Vox han llegado, también, a establecerse políticamente en el abismo que separa la constitucionalidad del autoritarismo, siguiendo los pasos de Trump. Y han arrastrado tras ellos al resto del espectro político de la derecha.

Además, se torna difícil no establecer paralelismos entre la estrategia del magnate y la de la derecha española. La judicialización de la política ha alcanzado niveles alarmantes en nuestro país: desde las decenas de causas archivadas contra Podemos, pasando por el asalto al Tribunal Supremo por ‘obra y gracia’ de un único juez que no quiso respetar a la Fiscalía ni los informes de Anticorrupción para intentar a toda costa imputar a Pablo Iglesias, hasta el atrincheramiento en el Poder Judicial de los magistrados conservadores relacionados con el PP a pesar de su situación irregular.

Toda una orquesta planificada a la batuta del discurso de Vox que, incluso, ha trasladado soslayadamente a las calles de Barcelona, Burgos o Logroño el conflicto. No se puede hablar de casualidades cuando se trata de alarmantes similitudes entre países.

Sin embargo, esta derrota sienta precedente: no sirve el arrase para sofocar el clamor popular. A la formación azul le apremia aprender del ejemplo estadounidense y deshacerse de la estela reaccionaria de Vox. La primera ‘jugarreta’ se la hicieron a Ciudadanos a golpe y porrazo de atrincheramiento represivo respecto al ‘procés’, sumándose al haber ultra la gran mayoría de sus votos. Ahora, lo intentan con un Partido Popular confuso, pero que sigue jugando en la liga verde. Las encuestas de las elecciones catalanas anuncian el fracaso.

Con Trump ha muerto toda la influencia del Gobierno de Estados Unidos en este tipo de corrientes, cuyos ‘think tanks’ van a contar con muchos menos recursos económicos. Y, sobre todo, ha muerto el volante de un movimiento fascista que ha durado cuatro largos años.

Fuente obtenida de laultimahora.es 

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