LA MINIFALDA. Casi sesenta años de rebeldía

«La minifalda no es una moda, es un estado de ánimo.» Podemos leer en la pancarta de una chica en minifalda en los años sesenta. Es el estado del buen ánimo, de sentirse guapa, mujer y poderosa. Ponerse una mini es celebrar tu cuerpo, la libertad, la seducción, y la vida, y es ponerse la opinión de los demás por montera.El contrapunto a la yihab, burkas y todos esos trapos repulsivos con los que el patriarcado y las élites religiosas han convertido a las mujeres en sombras. Sin voz, cuerpo, ni alma. Como sí ni sintieran, ni padecieran: como si no fuesen ni humanas.

Hace poco murió en la carcel Masha Amini una muchacha de veintiún años detenida presuntamente por llevar mal puesto el puñetero velo, ¿porqué una chica joven, o mayor, qué importa, debe cubrir su cuerpo, su pelo, su rostro? ¿Qué pecado hay en el cuerpo humano? ¿Quién dice que una mujer debe morir por no querer cubrir su cabello? Un rostro, unas manos, unos tobillos, un culo, forma parte del cuerpo humano. ¡Basta de muertes por no querer ser sombras! En estos países en los cuales ser mujer es casi cómo ser negro en la Sudáfrica de los años del Apartheid, o ser judía en la alemania del Tercer Reich, legalmente una mujer vale la mitad que un hombre. Y ahí están esas mujeres valientes y luchadoras, gritando que no hay que resignarse y callar. Así que las que tenéis la suerte de vivir en países como España, en dónde el velo se ve raro y hasta ridículo, podríais solidarizaros con esas mujeres musulmanas que en sus paíeses como Irán, Afganistán, o Arabía Saudí, temen por sus vidas al no querer ser más mujes sombra cubiertas de trapos.

¡Y estas mujeres deben ser apoyadas por los gobiernos de los demás países! Qué nadie, ni un marido, ni un novio, ni un cura, o ayatoláh, te diga nunca cómo debes vestirte, maquillarte, decir, creer o pensar. En nuestro país tan moderno, pero para muchos bestias si una mujer lleva la falda corta, o un vestido ajustado y con tacones, ya es señal inequívoca de que va así vestida pidiendo guerra, y por lo tanto se le puede meter mano. ¡ A la carcél estos homínidos! ¡Y los que los defienden! Que les hagan a ellos lo mismo, a ver que tal. Eres tan libre como lo son tus piernas que te llevan a dónde tu quieres ir, y tu pensamiento, que te lleva aún más lejos. Sin trapos, sin obstáculos, sin represión, la vida es mucho más sana. Por ese motivo hoy más que nunca, salgamos a la calle a ser nosotras mismas, a llevar hasta la última de sus consecuencias ser mujer, libre y estar vivas. Y si te apetece ponerte una minifalda, o un pantalón corto, o un vestido ajustado, o unos taconazos, hazlo. A quién no le guste que huya.

Por eso, por su carácter rompedor y reinvidicativo,esta mini prenda ha estado desde su nacimento envuelta siempre en polémica. Y su nacimiento ocurrió en el mismo país en el que nacieron Dickens, Tomás Moro, Atkinsom Grimshow, Peter Pan, el roastbeef o Amy Winehouse, pero en los legendarios años sesenta del siglo pasado. Y después de estos más de cincuenta años de existencia sigue tan rebelde, y transgresora como siempre. Cosa que no ocurre en absoluto con los pantalones vaqueros, la chupa de cuero, o raparse al cero. Su importancia social es tal que allá por el 2018 el Victoria and Albert Museum, en Londres, o el MOMA de Nueva York, les dedicaron sendas exposiciones, y su maternidad atribuida a la diseñadora británica Mary Quant, o paternidad al diseñador parisino André Courreges no están del todo claras.

No me gusta que a los toros

te pongas la minifalda, ¡olé!

Cantaba, para colmo, Manolo Escobar en sus años más gloriosos. Pues vayáse al cine, o al teatro, la ópera, o a la cafetería de la esquina, algo realmente culto y civilizado, pero deje en paz a su novia y si le apetece ponerse una mini, pues usted la respeta y punto final, señor Manolo.

Ada García, escritora y colaboradora de albscetealdia

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