España y el mundo hispano, otro futuro

Opinión 10/09/2021 Eduardo Madroñal Pedraza

Un fantasma enajena la conciencia de los pueblos hispánicos, el fantasma de su propia identidad. La injerencia del imperialismo británico en siglos anteriores, y del norteamericano en este último, han ido siempre encaminadas a fracturar y enfrentar nuestra comunidad para someterla y explotarla mejor. Restablecer los lazos existentes entre nuestra comunidad en el marco de una hispanidad que se nos pretende robar, es una tarea primordial para todos nosotros y para cualquier revolucionario del mundo.

Unidas en Santa Alianza, las fuerzas del mundo imperialista le gritan al unísono: “la culpa de vuestro atraso la tiene Felipe II”. De Wall Street a la izquierda intelectual francesa, pasando por los radicales alemanes, repiten incansablemente, “la colonización española, con sus secuelas de fanatismo e intransigencia, de codicia y holgazanería, de arbitrariedad y caciquismo está en el origen de todos vuestros males”.

¿Qué ciudad del mundo hispano que se precie no tiene su propio museo de la Inquisición para demostrar lo cierto de esta afirmación? ¿En cuántas mentes en apariencia lúcidas no resuena el lamento de “ojalá que fuéramos anglosajones”?

Después de casi dos siglos de división y explotación inglesa, de guerras, anexión, intervención, invasión, “panamización” y “pinochetización” yanqui contra las naciones iberoamericanas, un inverosímil ejercicio de subversión de la memoria y enajenación de las conciencias trabaja afanosamente para que los pueblos hispánicos renieguen de su historia compartida, de su universo cultural común, de sus lazos de sangre, familia y estirpe, en una palabra, de su propio ser, para convertirse en espectros en busca de un destino de explotación, saqueo y exterminio que bien conocen los pueblos indígenas de Norteamérica.

En EEUU se exterminó a los pueblos indios. No fue una consecuencia de la explotación económica o de la dominación política. Se planificó conscientemente y se ejecutó de forma fría. Para desarrollar el capitalismo en América del Norte había que liquidar físicamente a los indios. Y se hizo. Primero por parte de los ingleses, luego por obra de los EEUU independientes. De una población de 12 millones indios apenas quedaron 2,5 millones, la mayoría recluidos en reservas diseñadas para que fueran muriendo poco a poco. Sorprendentemente, el exterminio de los indios norteamericanos no forma parte de las actuales denuncias contra “el genocidio de los pueblos indígenas”.

Gracias a una invasión y ocupación militar EEUU arrebató a México el 55% de su territorio, que pasó a conformar los actuales Estados norteamericanos de Texas, Arizona, California, Nevada, Utah, Nuevo México y partes de Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma.

Así nació EEUU, exterminando a los indios y robando a México más de la mitad de su territorio. Y lo hizo enarbolando un fanatismo religioso con el que siempre se identifica a España, pero nunca a EEUU. Lo formuló el periodista John L. O´Sullivan en 1845, en un artículo titulado “Anexión”, para lanzar la guerra contra México, afirmando que “el cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino”.

EEUU es un imperio “por la gracia de Dios”, es el “pueblo elegido” que debe dominar a los demás. Este fanático trasfondo ideológico está inscrito en el ADN del “moderno” imperio norteamericano.

No se trata de difundir una visión edulcorada de la conquista española. Fue evidentemente un episodio violento. Pero somos los pueblos hispanos los que deberemos ajustar cuentas con ello. Y no aceptar la enajenación de nuestra identidad difundida desde el imperio del norte. Hubo explotación económica en la conquista española. Pero cuando se independizaron, en el primer cuarto del siglo XIX, las nuevas repúblicas hispanas tenían una renta per cápita similar a la norteamericana. La actual postración no es “culpa de Felipe II” sino de más de un siglo de dominación norteamericana.

Quien amputó México, ocupó Cuba o Puerto Rico, desgajó Panamá de Colombia, extendió golpes militares y regímenes fascistas por todo el continente, diseño nuevos genocidios como el perpetrado en Guatemala, extendió un sistemático saqueo de las riquezas… no fue un imperio español ya desaparecido.

Hay poderosos sectores en EEUU que tienen la hispanidad en el punto de mira. Porque la unidad de los pueblos hispanos es una amenaza que ya está cuestionando su poder en el continente. Y porque, incluso dentro de EEUU, lo hispano se ha convertido en una fuerza al alza que se combate desde la Casa Blanca.

De todo lo anterior se desprenden dos consecuencias:

Primera, que la identidad y la unidad de los pueblos hispánicos se halla reconocido por las grandes potencias imperialistas como una fuerza a la que es necesario controlar y anular.

Segunda, que ya es hora de que los pueblos hispánicos reconstruyan y expongan a la luz del día y ante el mundo entero su propia historia, leída a partir de los hechos objetivos y basada en los datos de la realidad. Una lectura propia y veraz de nuestra historia, no la versión de la historia que interesa a la General Motors. Una visión objetiva, material y desde las clases y la lucha de clases de lo que somos y de cómo hemos llegado a serlo. Y que, con ello, descubra y saque a la luz todas las enormes potencialidades que podemos llegar a ser.

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