Una joven de 22 años muere de un tumor cerebral y esperando tratamiento: «Hay más cosas que la covid»

Nueva víctima indirecta por la covid y el colapso del sistema sanitario

Actualidad 16/10/2020 J. Ángel Ruiz J. Ángel Ruiz
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«Lo único que pido para mi hija es justicia porque esto ha sido una vergüenza», se lamenta su madre

Los resultados del tumor que extirparon a Lidia y que tenían que decidir qué tratamiento recibiría tardaron más de dos meses en llegar

Lidia González tenía tan sólo 22 años cuando le encontraron un tumor cerebral. Un diagnóstico que si ya de por sí solo resulta demoledor, en tiempos de pandemia es aún más duro. Y es que sólo dos meses después esta joven de Burgos fallecía sin haber recibido ningún tratamiento y a la espera de unos resultados que no llegaban.
 
 «Lo único que pido para mi hija es justicia», dice Lidia García, madre de la joven. «La vida no se la vamos a devolver, pero pedimos justicia porque esto ha sido una vergüenza. Hemos llamado a todas las puertas que hemos podido para que se sepa porque esto no puede volver a pasarle a nadie».Porque el caso de Lidia es sólo uno de los muchos dramas que estos días están viendo la luz de las víctimas indirectas del coronavirus. Es decir, familias golpeadas de lleno por el colapso sanitario de la primera ola como las de Lidia Bayona y Sonia Sainz de la Maza, también de Burgos.

 A primeros de mayo Lidia comenzó a encontrarse mal. La joven, que por aquel entonces residía en Palencia por trabajo, acudió al hospital más cercano con dolores de cabeza, náuseas y visión borrosa. Al realizarle una resonancia magnética los médicos comprobaron que tenía una lesión en la parte izquierda de la cabeza y decidieron derivarla al Hospital Clínico Universitario de Valladolid.
 
«Con 22 años su hija ya sabe lo que tiene que hacer»
La madre de Lidia se acercó con su hermana desde la localidad burgalesa de Melgar hasta el hospital vallisoletano y fue entonces cuando comenzó su odisea. «A los guardias de seguridad del hospital no les faltó nada más que darnos con la porra, se portaron fatal», cuenta. «Dijeron que iban a llamar a la Policía porque nos habíamos pasado dos provincias, Palencia y Valladolid».

 En acto de desesperación, esta mujer escribió su número de teléfono en un clínex y se lo entregó a una de las enfermeras que se encontraban fuera del hospital y le pidió por favor que si le pasaba algo a su hija que la llamaran. La sanitaria tiró el papel y dijo una frase que a Lidia se le quedó grabada: «Con 22 años su hija ya sabe lo que tiene que hacer».

 En los cinco días que siguieron la familia de Lidia pudo hablar con la joven, pero no tuvo noticias por parte de los médicos. No fue hasta el 11 de mayo cuando esta madre pudo reencontrarse con su hija en el hospital: «Eran casi las ocho de la tarde cuando la estaban subiendo a hacer una resonancia y llevaba desde las diez de la mañana, cuando le habían dicho que se la iban a hacer, en ayunas».

El 14 de mayo Lidia entró en el quirófano para deshacerse del tumor en la cabeza. La operación duró casi cuatro horas y le tuvieron que poner entre sesenta y setenta grapas. «Estaba abierta la pobre de una oreja a otra de la cabeza», se lamenta su madre.

 Fue entonces cuando el peor de los presagios se hizo realidad. «Nos dicen que lo que le habían quitado era malo, que lo había visto un patólogo por encima en el quirófano y que era un tumor cerebral». Cuatro días después de la operación la joven recibió el alta.

A la espera de unos resultados y un tratamiento que no llegaban

Los médicos dijeron que los resultados estarían «en ocho o diez días» y que la joven necesitaría un tratamiento para el cáncer aunque deberían esperar a los análisis para ver qué tipo de tumor era. Sin embargo, al ver que esos días pasaban y que seguían sin estar los resultados, la familia intentó ponerse en contacto con el hospital sin mucho éxito: «Si alguna vez nos han atendido nos han llamado pesados y nos han dicho que no sólamente estábamos nosotros, que había mucho jaleo con el Covid-19«. A través de una carta ordinaria que llegó a su casa, Lidia supo que los médicos que estaban tratando a su hija habían remitido una muestra del tumor al Hospital de León para hacer más estudios.

 La familia consiguió que la joven fuera trasladada a Burgos para ser tratada por un oncólogo del hospital de esta provincia, aunque no llegó en las mejores condiciones. Lidia salió del hospital de Valladolid «con un paracetamol por si le dolía la cabeza, una pastilla por si tenía alguna crisis y reduciéndola la cortisona», se queja su madre.

 Cuando el 25 de junio acudieron a una consulta en el Clínico de Valladolid, «Lidia ya perdía memoria, ya no era quién con las manos y cuando se levantaba no sabía si ha había echado un pie u otro». ¿Lo que más lamenta esta madre? La fría actitud de la neurocirujana que les atendió ese día en la consulta. «La doctora, que además es la que me dio la mala noticia de mi hija, ni se levantó de la mesa».

 Lidia, «cada día más deteriorada», falleció a principios de julio a la espera de un tratamiento y unos resultados que llegaron un tiempo después de su muerte y sin ninguna explicación por la tardanza.

Ahora lo único que esta mujer pide es que se haga «justicia» por su hija y que casos como el de Lidia vean la luz. «Ya van saliendo otros casos en Burgos y luego hay otro chaval en Palencia», dice. «No sólamente existe el Covid-19, hay más cosas».

 «Mi hija se podía haber muerto del tumor, pero si le hubieran dado un tratamiento habría tenido la opción de luchar por algo», se lamenta Lidia. «Porque no hemos tenido derecho ni una opción a luchar por nada».

Fuente

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